Hay viñedos y vides singulares más allá de los paisajes. Hay viñedos y vides que merecen una protección especial por su singularidad. Las características no son puramente visuales ni de fotografía. Forman parte de la cultura del vino, de la edad, de las formas de cultivo a lo largo de décadas, de la propia diversidad genética de la viña, de poblaciones salvajes o de lugares y variedades específicas. Aquí tienen algunos ejemplos de casi todo lo que es nuestro. Algo que hay que proteger y cuidar.
Apenas treinta años atrás el proceso de globalización estuvo a punto de acabar con la diversidad de las variedades de la vid. Concentraciones parcelarias, seguridad de producción, animadversión o aversión contra la garnacha y desmesuras con el tempranillo conformaron un caldo de cultivo sin voces de alarma.
La travesía del desierto fue costosísima. Ya dicen los profesionales del arte y la cultura que quienes no hacen etnografía tienen que practicar la arqueología. Pasado aquel tiempo, y recuperadas y documentadas muchas de las variedades, el objetivo ha sido es hablar de viñedos y vides singulares.
Fernando Martínez de Toda y Juan Carlos Sancha llevan más de un cuarto de siglo juntos. Han compartido estudios, formación, aficiones, gustos, amistad y apego a la tierra. La última aventura está en marcha y por seguir avanzando. Conseguir una normativa que proteja a las vides y viñedos singulares de Rioja.
Las pretensiones son viejas en La Rioja. El planteamiento ya se ha conseguido en otras zonas vitivinícolas antes que aquí. Pero en La Rioja ha sido un contrasentido subvencionar las plantaciones nuevas y por ende, el arranque. En menos de tres décadas se han reducido las garnachas y las variedades blancas hasta que el propio mercado está demandando hoy lo que tuvimos y aparcamos por la coyuntura de modas, temporalidad y meros rendimientos económicos.
Navarra, sin ir más lejos, destruyó sus viñedos viejos y su garnachas. Atrás quedaron los tiempos del rosado. No hace mucho iniciaron otro camino. Recuperar el patrimonio vitivinícola con una iniciativa similar a la que están promoviendo aquí Martínez de Toda y Sancha.
Primero pretendieron proteger y subvencionar los viñedos viejos de más de 50 años. Pero tuvieron que rendirse a la evidencia. De los 50 años tuvieron que rebajar a la mitad porque se encontraron que se podían contar con los dedos de una mano. Hoy pagan 750 euros por hectárea y año a los agricultores y propietarios que tienen viñedos de más de 25 años.
«Aquí, decían Martínez de Toda y Sancha, hemos perdido variedades y se están perdiendo viñedos hasta con ayudas de la Unión Europea. Aquí hay que conseguir una orden para protegerlos y conservarlos, salvo que se puedan arrancar previo informe técnico».
Los datos de La Rioja son elocuentes. El viñedo riojano de más de 40 años alcanzaba el 34 por ciento en 1983. En el 2009 las cifras se habían reducido al 12 por ciento. «En 1983, dijo Sancha, los viñedos de menos de 10 años suponían el 17,2 por ciento. En el 2008 llegaron a alcanzar el 43,1 por ciento».
Protección con ayudas y una orden para todo el conjunto de la DOC Rioja es lo que están pidiendo. «Si hay un catálogo de árboles singulares, indicaban Martínez de Toda y Sancha, ¿por qué no vamos a hacer uno de las vides y viñedos singulares de la Denominación y protegerlos más allá de la mera declaración del paisaje fotográfico?».
Ambos tienen claro un concepto global sobre el patrimonio vitivinícola que va mucho más allá del paisaje. «El viñedo no es sólo un concepto estético, dijeron. Es mucho más que una puesta de otoño. Son formas de cultivo, tradiciones, singularidades, geografía, territorio...»
Con las mismas premisas, y más allá de los localismos, Martínez de Toda, Sancha y Pedro Balda, han realizado una primera aproximación de lo que ellos llaman viñedos y vides singulares. Y, por muchas otras razones, las han localizado en la cuenca del Najerilla.
Hay dos casos en de viñedos convencionales. Uno en Baños y otro en Badarán. Tienen casi un siglo. Formas de cultivo, orientaciones y diversidad genética reflejan la historia vitivinícola.
Las poblaciones de vides salvajes están junto al Najerilla, en Anguiano. Es, según aseguran, la mayor de España. Plantas de un único sexo. Plantas macho por un lado y hembras por el otro.
Los otros dos casos están en los monasterios de Valvanera (mil metros), una de las más altas de La Rioja hoy, y la otra en las traseras del monasterio de Suso, junto a la cueva de San Millán, y de moscatel de grado menudo.
Fuente: larioja.com
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