AGRO 2.0

AGRO 2.0 ESPAÑA La oveja, ese paisaje eterno

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  Un rebaño de ovejas, a los pies del Acueducto, una imagen que se ha sucedido a lo largo de los siglos, si bien en las últimas décadas se ha convertido en pintoresca. / Alberto Benavente

Si un animal puede simbolizar los últimos mil años de historia de Segovia es, sin duda, la oveja. Su figura resulta consustancial al paisaje segoviano. Pero, más allá de cuestiones medioambientales, el ganado lanar ha marcado, en múltiples aspectos, el camino a la provincia durante un milenio.
A nivel económico, las ovejas merinas hicieron brillar a Castilla. “Las exportaciones de lana constituyeron el fundamento del esplendor de Castilla en el siglo XV, base, a su vez, de las expediciones oceánicas y de la expansión en el nuevo mundo”, escribe el historiador Gonzalo Anes. Y, en otro orden, el oficio que, en buena medida, dirigió la principal riqueza castellana, el de pastor, ha dejado una huella imborrable en la cultura segoviana. “Los pastores —explicaba ayer el folclorista Ismael— eran los embajadores de la cultura popular; llevaban sus costumbres a tierras lejanas, y de allí traían otras”.
El Acueducto ha visto pasar, bajo sus arcos, infinidad de rebaños. Ya cruzaban por allí a finales del siglo XIII, cuando el territorio segoviano se convirtió en la más importante encrucijada de la trashumancia castellana. Y siguieron atravesando, centuria tras centuria, aunque con menos frecuencia tras la Guerra de la Independencia contra los franceses, inicio del declive de la ganadería trashumante. Empezaron desde entonces a escasear, espaciando cada vez más su paso por el monumento romano, hasta convertirse en una imagen pintoresca, a modo de reliquia de un pasado glorioso...
Ayer, Segolechal, la asociación que reúne a los productores de ganado ovino de la provincia, quiso recuperar la presencia de rebaños en Segovia capital. “Es un homenaje a la trashumancia y, de paso, una forma de promocionar nuestro producto”, explicaba el presidente de Segolechal, Kike Santana.
Desde las inmediaciones del cementerio de Segovia partió un atajo de merinas, propiedad de Andrés Martín. Y, al rato, de Zamarramala salió otro, de los hermanos De Pedro. Ambos se dirigieron a la Plaza Oriental. El paso por allí de cerca de 1.200 ovejas atrajo a una multitud, deseosa de contemplar el espectáculo costumbrista. Así, las ovejas se vieron literalmente rodeadas por la variopinta concurrencia, en la que no faltaban padres ávidos de que sus hijos se acercaran al rebaño, turistas interesados en tomar una foto o curiosos de todo tipo.
Aunque sudorosos por la conducción del ganado, los pastores estaban radiantes. Siempre acostumbrados a que su oficio quede postergado, su presencia junto al Acueducto con un atajo suponía un acto de reivindicación. Por allí mismo pasa la cañada.
A escasos metros, un trío de viejos pastores de Arcones (Eusebio Merino, Francisco Sanz y Juan Rodríguez), se esmeraba en elaborar una caldereta. El último de ellos explicaba con detalle el proceso. “Primero hay que cubrir la carne de oveja con agua, y luego esperar a que la alta temperatura permita espumar. Y después hay que echar ajo, guindilla, pimiento, laurel y vino o coñac...”. De rato en rato se ‘calderetea’, moviendo el caldero para que la carne de abajo se coloque arriba. Cuatro horas al fuego (“nunca de leña de pino”, insistía Rodríguez), y listo.
En su primera edición, esta ‘Fiesta de la Trashumancia’ de Segolechal consiguió “un éxito absoluto”, según sus organizadores. En poco más de una hora se sirvieron cerca de mil platos de caldereta, al precio de tres euros. La recaudación final irá a parar a la oenegé ‘San Vicente de Paul’, con sede en la iglesia de San Esteban, dedicada a atender a familias necesitadas.
En un ambiente pastoril, el folclorista Ismael recibió el premio creado por Segolechal, el ‘Cencerro Dorado’. Pablo Zamarrón, ataviado a la usanza de los antiguos pastores serranos, interpretaba con su dulzaina “Ya se van los pastores a la Extremadura”. Y Jesús María Valverde, explicaba, junto a dos pequeños corrales de ovejas que colocó en la Plaza Oriental, que él sigue cada año haciendo una ‘minitrashumancia’, en tres jornadas, desde Escarabajosa de Cabezas hasta los Baldíos de Santillana.
“Virgilio, Cervantes, Juan de la Encina o Garcilaso de la Vega han escrito novelas pastoriles, ¿cómo vamos a permitir que desaparezca esta cultura y esta fuente de inspiración?”, indicaba al final Ismael, agradecido por el galardón.

Fuente: eladelantado.com/

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