Del precio total pagado por el consumidor, sólo un 22,4% corresponde a la distribución minorista, mientras que la fase de producción acumula el 45% del mismo, el 20% corresponde a la transformación y el 11,2% restante procede de las actividades de la distribución logística. Así se recoge en el estudio ‘La cadena agroalimentaria en España’, dirigido por el profesor del IESE Juan José Toribio, y que ha sido presentado esta mañana en Madrid.
El estudio añade que la competencia real que existe en el sector permite que la distribución minorista “actúe como moderador” de las variaciones de los precios que se producen en el resto de eslabones de la cadena agroalimentaria, “beneficiando al consumidor final”. Según Rolf Campos, investigador del IESE, “la volatilidad del precio es menor según se va acercando el producto al consumidor final”.
Para Juan José Toribio, director de este estudio que analiza los eslabones de la cadena agroalimentaria, “la distribución minorista no es un sector especialmente concentrado”, de hecho, el ratio de concentración de la industria alimentaria “es mucho mayor” que el de la distribución organizada. El informe indica que existen 40 subcategorías de productos de consumo cotidiano (patatas chips, refrescos de cola y yogures, entre otros) en las que el nivel de centralización de las principales marcas de la industria supera el límite de “concentración excesiva”.
“La distribución minorista presenta un grado de concentración muy bajo en los alimentos frescos y sensiblemente mayor en los productos envasados”, ha destacado Rolf Campos. Así, las cinco principales cadenas de distribución “únicamente poseen el 27% de la cuota de mercado en frescos, mientras que en envasados la cifra asciende hasta el 60%”, ha explicado el investigador del IESE.
Del mismo modo, el estudio refleja que los márgenes netos de la distribución son menores que los de la industria alimentaria. En concreto, los primeros han oscilado en la última década entre el 1,5% y el 1%, mientras en que la segunda los valores se han movido entre un 4,5% y un 2%.
En cuanto a la marca de la distribución (MDD), Gonzalo Gómez, investigador del IESE, ha subrayado que su desarrollo ha permitido a los distribuidores “aumentar sus cuotas”, pero sin “excluir de los lineales a las marcas del fabricante (MDF)”.
En este sentido, el avance de la marca propia “crea incentivos para innovar” y favorece al consumidor “en términos de precio y de variedad de oferta”, tal y como recoge el informe. Según dicho estudio, la diferencia de precio entre la MDD y la MDF es de un 67%. “Las marcas del distribuidor han permitido operar rentablemente a muchos fabricantes que, de otra forma, habrían tenido serias dificultades para acceder a los mercados”, ha afirmado Juan José Toribio.
Además, el informe recalca que la modernización de la distribución minorista ha favorecido el aumento del tamaño medio de los establecimientos y ha tenido efectos positivos para el empleo y la productividad. Igualmente, “ha configurado un nuevo cauce para las exportaciones españolas en el sector de la alimentación y ha contribuido a su dinamización”, ha destacado Toribio.
Por otro lado, los profesores del IESE han alertado del “exceso de regulación comercial”, especialmente en lo que se refiere a la apertura de establecimientos. “España es uno de los países de la OCDE donde la regulación de la distribución es más restrictiva”, ha advertido Gonzalo Gómez, quien ha añadido que este exceso regulatorio “supone un coste social elevado que distorsiona la actividad de la distribución”.
Por último, Juan José Toribio se ha mostrado crítico con el Proyecto de Ley de la Cadena Alimentaria que está tramitando el Gobierno. “No es de nuestro agrado y puede mejorarse mucho”, ha afirmado el profesor del IESE refiriéndose al texto legal. “Su exposición de motivos recoge varios tópicos que no responden a la realidad y encorseta el contenido de la cadena alimentaria en unas condiciones que no llevan a la clarificación”, ha remarcado Toribio.
Feunte: Revistainforetail.com
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