El sector agrario y la sociedad no pueden renunciar a ninguna herramienta de mejora. Así lo ha expresado la Fundación Antama, que defiende la utilización de semillas modificadas genéticamente. A su juicio, es imprescindible «apostar por todas las tecnologías que la ciencia haya acreditado como seguras, y que permitan producir más alimento por unidad de superficie y favorezcan la sostenibilidad ambiental de nuestro campo» y máxime cuando en el año 2050 habrá cerca de 9.300 millones de habitantes en todo el mundo.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) asegura que para atender a la demanda de alimentos para esta población creciente será necesario incrementar la producción de alimentos en un 70% y la capacidad de aumentar la superficie agraria mundial únicamente será de un 5%. La biotecnología agraria juega, por tanto, un papel clave en el aumento de la productividad, reduciendo la necesidad de poner en cultivo más superficie y ayudando a conservar la biodiversidad, asegura Antama.
La directora de esta fundación, Soledad de Juan, indica que los cultivos modificados genéticamente optimizan la necesidad de aplicación de tratamientos fitosanitarios, reduciendo de manera clara la utilización de productos químicos y el número de tratamientos a dar.
Una serie de estudios realizados por PG Economics concluyen que la biotecnología agraria ha reducido las aplicaciones de pesticidas entre 1996 y 2010 en 438 millones de kilos, lo que representa una disminución del 8,6%. Gracias a esta reducción de fitosanitarios -aseguran estos trabajos- se ha disminuido el impacto ambiental asociado a las aplicaciones de herbicidas e insecticidas en la superficie sembrada con cultivos biotecnológicos en un 17,9% y permite además que las medidas de control de plagas sean más precisas.
Menos laboreo, más humedad
Los estudios muestran que la biotecnología agraria contribuye a poner en práctica técnicas que reducen o eliminan el laboreo del suelo, lo que favorece la estructura del mismo ayudando a conservar su capa superficial y su contenido de humedad. Estas prácticas, junto con la reducción de las aplicación de fitosanitarios, han desempeñado un papel importante en el mantenimiento de los hábitats de las diferentes especies silvestres.
Finalmente, Antama se lamenta que frente a un desarrollo tecnológico imparable en todo el mundo, con 161 millones de hectáreas cultivadas por 16,7 millones de agricultores durante 2011, «en la Unión Europea seguimos en el vagón de cola con poco más de 125.000 hectáreas».
fuente: abc
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