Antes de convertirse en una ciudad industrial y de servicios y de crecer de manera desmesurada y desordenada como consecuencia de las olas migratorias, L’Hospitalet fue una de las zonas agrícolas más productiva de Europa, fundamentalmente de cereales. La ciudad llegó a sumar 340 masías entre 1850 y 1920. De hecho todavía queda una actividad agrícola, aunque residual, que recuerda aquel pasado de la segunda ciudad de Catalunya.
La relación de L’Hospitalet y su pasado agrícola queda patente en el inventario de las masías que hubo en el municipio que ha hecho la arquitecta y estudiante de Historia del Arte Marta Piera a partir de una Beca L’Hospitalet, que convoca el Museu de L’Hospitalet y el archivo municipal.
La ciudad perdió la mayor parte de las masías en 1920 cuando 900 hectáreas de la zona de la Marina, la más próxima al Delta del Llobregat, pasaron a formar parte de Barcelona. Los terrenos se expropiaron para construir un puerto franco, algo que finalmente no se llegó a hacer.
El desarrollo urbano
El resto de las unidades productivas que se conservaban en L’Hospitalet desaparecieron como consecuencia del desarrollo urbanístico. Durante la presentación de su estudio, Piera ha recordado que la construcción de infraestructuras como la Granvia o las rondas redujeron el número de casas de payés.
En este aspecto coincide en presidente del Centro de Estudios de L’Hospitalet (CEL’H), Manel Domínguez, aunque apunta que “el desarrollo urbanístico, la construcción de edificios, fue la responsable del fin de la actividad agrícola pero también ganadera”. Y recuerda que en la ciudad se criaban muchos cerdos. “Lo que expulsa la actividad agraria es la construcción de viviendas no la industria”, reitera Domínguez.
Según el estudio de Marta Piera, actualmente se conservan 27 masías, algunas de las cuales son dependencias municipales como Casa Espanya, sede del Museu de L’Hospitalet, Can Gotlla, que aloja el Centro de Atención e Información a la Mujer, o Can Sumarro, convertida en biblioteca. Desde el CEL’H rebajan la cifra a poco más de una decena. “Hay muchas de ellas que se remodelaron en la década de los veinte y no podemos decir que sean masías, casas grandes si pero no las podemos catalogar como masías” considera Manel Domínguez, que considera que otras, como Can Colom, recuperada a raíz de la reforma de la Granvia, “se han remodelado conservando el exterior pero el interior no tiene nada que ver con lo que era”.
Fuente: lavanguardia.com
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