En vísperas de las últimas elecciones autonómicas, en mayo de 2011, cuando el coordinador de la campaña del PP, a la sazón Rafael Blasco, se aprestó a presentar el programa en materia agrícola, se le indicó que la propaganda electoral más efectiva para el campo consistiría en que el Consell -gobernado por partido, naturalmente- abonara las diversas subvenciones pendientes de pago en el sector. Entonces, Blasco respondió con su habitual habilidad, que eso no le correspondía a él, sino al departamento correspondiente, porque era un 'tema de gestión'. Al señalarle que era una cuestión de credibilidad, porque malamente puede convencerse a alguien de que confíe en lo que se le promete de nuevo si no se han cumplido compromisos anteriores, indicó que, al fin y al cabo, 'la credibilidad la dan las urnas'.
Como era obvio, por los datos de las encuestas, si a ello íbamos no hacía falta ni sembrar credibilidad ni propaganda electoral, porque ya parecía que el PP ganaba de nuevo por mayoría, como así fue. De manera que casi no hacía falta ni repartir proclamas agrarias para conquistar votos que ya parecían ganados de antemano, sin necesidad de esfuerzos para pagar a los agricultores ahogados.
Desde entonces han crecido las listas de deudas de la Generalitat con el sector agrario, sin que, a diferencia de otro sectores o actividades, se haya hecho nada por recortar o suavizar el problema. Las organizaciones agrarias dicen que la deuda con el campo supera los 120 millones de euros. En algunos casos se trata de líneas cofinanciadas con la UE y el Gobierno y el Consell sólo tiene que poner menos de un diez por cien. Pero ni eso hace o puede hacer.
Entre tanto, el presidente Fabra ha sacado pecho más de una vez al recitar múltiples líneas de apoyo agrario de su Gobierno. Líneas que se convocan y tramitan pero no se pagan. Ahora ha cambiado el organigrama del Consell y ha confiado la Agricultura al vicepresidente Císcar. Para unos, la desaparición de la conselleria en exclusiva agraria es síntoma de devaluación oficial. Para otros puede ser la gran ocasión de cambiar. Se verá por los hechos. Ya no es tiempo de reiterar promesas.
Fuente: lasprovincias.es
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