Además de emplearse como un edulcorante natural, la miel es un alimento energético con propiedades nutricionales, antibióticas y fungicidas. Estas características dependen tanto de las especies botánicas de las que surge el dulce fluido como del área geográfica donde las abejas la transforman y almacenan, sin olvidar la técnica de extracción empleada por el apicultor. Por estos rasgos y su calidad, la miel de Granada tiene, desde 2005, denominación de origen protegida (DOP).
Diversidad de mieles en el stand de Intermiel en la XVII Feria de la Miel de Lanjarón • 21-9-2012 Intermiel
"Hay múltiples métodos que se están utilizando para intentar evitar fraudes en el etiquetado", afirma Alejandrina Gallego, investigadora del departamento de Ciencias Analíticas de la facultad de Ciencias de la UNED. Gallego, junto a un equipo de científicos de la universidad, ha analizado el contenido metálico (de calcio, sodio, potasio, magnesio y cinc) de los siete principales tipos de mieles de Granada, en función de su origen botánico: azahar, castaño, romero, tomillo, aguacate, multifloral y de la sierra.
El estudio, publicado en la revista Food Chemistry, revela que las mieles de distinto origen botánico y el mismo origen geográfico -en este caso, Granada- se pueden diferenciar en función de solo cinco metales.
También existen diferencias entre las mieles de una misma especie botánica procedente de distintas áreas. "Según nuestros análisis estadísticos, existen diferencias significativas en su contenido metálico, principalmente en los niveles de calcio y potasio", indica Gallego. Esto se debe, fundamentalmente, a los suelos y a los factores climatológicos. Como de una región a otra son muy diferentes, aportan distintas características a las plantas de las que se obtiene la miel.
Más ágil y económico
Caracterizar estos fluidos según su contenido mineral, con solo cinco mentales, supone un paso adelante respecto a otros estudios realizados. "El método tradicional para autenticar las mieles, según su origen botánico, es la inspección microscópica del contenido de granos de polen", explica la investigadora. "Este análisis cuesta unos 40 euros y necesita personal muy especializado", añade.
Con métodos analíticos como el usado en este trabajo, la identificación de las mieles se agiliza y abarata. Sin embargo, su aplicación en la industria alimentaria es aún hoy muy incipiente. "Es un campo de investigación en auge pero su uso en la producción artesanal de la miel está por definir", puntualiza Gallego.
fuente: boletinagrario
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