El presidente de Asaja-Córdoba. Rafael Carmona
-¿Hágame un balance somero de la situación actual del agro cordobés?
-Hemos tenido un extraordinario otoño que es el mejor de hace no pocos años y eso da una nota de optimismo en relación a la ganadería y al desarrollo de los cultivos en los próximos meses. Respecto al ibérico, existe la necesidad de que desde Madrid se apruebe una norma de calidad a gusto de los que lo trabajan con calidad y que esa norma se consagre para un sector que recibió un daño muy fuerte por el mal uso del concepto. En el olivar hay preocupación por la escasísima cosecha de este año y con cierta satisfacción por el precio del aceite, que está en niveles razonables, si bien pienso que no es aconsejable que rebase en exceso la cota de los 3 euros por kilo. De los cítricos hay preocupación por la situación de los precios.
-Uno de los sabores más representativos de Córdoba es el de sus naranjas, pero seguimos sin sacarle todo el jugo. ¿Qué se puede hacer?
-Acabo de tener una reunión con citricultores y mi consejo fue que se integraran en algún tipo de institución para economizar costes y lograr mayores precios. Incluso se propuso un paro en el corte de naranja, pero creo que a nivel de Córdoba, con 11.000 hectáreas, no tendría eficacia y tendría que ampliarse a toda Andalucía.
-¿Qué otros aspectos destacaría?
-En la viña hay que seguir con la calidad y esperar que no se produzca una caída de la producción y que la situación internacional siga permitiendo la ausencia de excedentes. Vacuno y ovino se han ido defendiendo, pero es imperioso buscar fórmulas, en especial con el lácteo, para hacer rentable esa ganadería. Para todo ello hace falta una integración de la oferta que consiga reducir la fuerte presión de la distribución, que está provocando graves daños en la agricultura. Así, hace falta una nueva normativa de competencia que recoja y sancione las ventas a pérdidas, las ventas reclamo y la presión sobre los productores. También pedirles al Gobierno y a la Junta, en cuanto al cítrico, que tomen medidas para fomentar el consumo. Porque la naranja hay que convencer al consumidor de que se trata de un producto de primera necesidad.
-Ya se produjeron algunos pasos para paliar la crisis del lácteo andaluz. ¿Cuándo empezará a dar sus frutos?
-Eso tiene sus complicaciones. Hace falta que en la organización de productores no sólo entren cooperativas, sino también particulares. Eso creo que está en entredicho, y hay productores y operadores fuertes que unidos son incluso más importantes que lo que pueda producir una cooperativa.
-¿Por qué cree que no hay más valentía a la hora de definir de una vez la norma de calidad del ibérico?
-Porque hay presiones tanto en Andalucía como fuera (Murcia, por ejemplo) sobre que no conviene hacer una gran diferenciación con el cerdo de rejilla (criado en cautividad). Son productores muy grandes, con peso en la economía y una presión social fuerte. Y aquí lo que defendemos es un medio natural -la dehesa-, el medio ambiente, un medio rural de vida, el mantenimiento de pueblos...
-Pero hacer una diferenciación clara no parece perjudicial...
-Es que ese tipo de ganadería entraba «de camuflaje» compitiendo con la ibérica pura. Su etiquetado llevaba a la confusión y no había diferenciación en la propia hostelería, que te ponen un plato con cualquier tipo de jamón a ver si cuela.
-Dicen que una vez llegó a Córdoba un empresario vasco y al ver los olivos exclamó que si allí arriba tuvieran esa riqueza se harían de oro. Si eso es cierto, ¿qué nos está fallando con la riqueza que tenemos?
-Por desgracia, el agricultor y el ganadero son productores y no comerciantes. Ése es el problema. Eso no ocurre en Italia, donde son comerciantes, tienen pocos medios y se esfuerzan en vender lo suyo y lo ajeno. Y aquí el concepto de agricultor no incluye esa actividad.
-¿El consejero de Agricultura, Luis Planas, apuntó a la agroindustria como verdadero potencial de la economía andaluza. ¿Estamos aún en un nivel muy primitivo al respecto?
-No. Aparte del turismo, la agroindustria andaluza es el primer sector, pero su problema es la escasísima dimensión que tiene en su conjunto. En Córdoba hay unas 800 empresas agroalimentarias, que es una cifra muy importante, pero casi todas pequeñísimas, de corte familiar y muy disgregadas en el territorio. Hay otros ejemplos frente a ellas, grandísimas, e incluso una, Almendras Francisco Morales, tiene un puerto franco en la aldea de Zamoranos (Priego), que es una barbaridad, pero son las menos.
-¿Si buena parte de la producción cordobesa está sufriendo el mismo problema, ¿por qué no se llega a una especie de alianza a nivel general?
-El problema son los individualismos y los personalismos. Hay pueblos en Córdoba que tienen varias cooperativas y no son capaces de unirse. A nivel de agricultores, se resisten a ceder una parte de su opinión en beneficio de la comunidad. Pero las alianzas y las uniones van a ser una realidad ineludible y a lo bestia de aquí a unos años.
-¿Se sabe algo del famoso plan de Dacian Ciolos para el olivar?
-Nada. Ni una palabra. El comisario de Agricultura se ha hecho un lío, porque en el Parlamento hay ya 7.000 enmiendas a la iniciativa y es una barbaridad. Hay que poner a todos de acuerdo, y antes que eso se tiene que poner de acuerdo el Consejo, donde hay intereses muy encontrados.
-¿Cómo va a afectar a todo esto la futura Política Agraria Común (PAC) que parece encontrarse en su recta final de negociación?
-Creo que todavía está en mitad de esa recta, porque hay muchos intereses encontrados y cada país parece ir a lo suyo, a pesar del interés común de España, Italia o Portugal por mantener la PAC. El caso es que si se aprueba tal y como está planteada por el comisario va a ser un auténtico desastre, y Ciolos verá caer agricultores y ganaderos como para pavimentar el suelo de la UE. Espero que no sea tan ignorante como para no verlo.
Fuente: abc.es
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