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Objetivo: Reducir el desperdicio de comida

El cambio de la normativa de yogur, que equipara la legislación española a la del resto de Europa, se enmarca en la campaña ‘Más alimentos, menos desperdicio’, con la que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente pretende reducir a la mitad la pérdida de alimentos en 2025. España, con 7,7 millones de toneladas al año, es el sexto país que más comida desperdicia de Europa, detrás de Alemania (10,3 toneladas); Holanda (9,4 toneladas); Francia (9 toneladas); Polonia (8,9 toneladas) e Italia (8,8 toneladas). Según la FAO, los alimentos que se tiran suponen un tercio de la producción mundial.


Oficialmente, los yogures ya no caducan. Lo dice el BOE, donde ya se ha publicado el Real Decreto 176/2013 que, en su artículo 53, deroga parcialmente la norma de calidad para estos populares productos lácteos, uno de los pocos alimentos cuya vigencia estaba regulada por ley. Próximamente, los clientes apreciarán un cambio significativo en la tapa de su marca de yogures favorita: la fecha de caducidad, fijada ahora automáticamente a los 28 días estrictos desde su fabricación, desaparecerá para dejar paso a la fecha de consumo preferente. En estos momentos, un grupo de trabajo formado por representantes ministeriales y empresarios del sector trabajan para fijar el nuevo periodo de vida útil de este producto, del que en España se consumen nada menos que medio millón de toneladas al año.
¿Pero qué indica este nuevo tope? ¿Es seguro comer el yogur una vez rebasado el plazo estipulado? Absolutamente; la fecha de consumo preferente solo indica que, pasado dicho límite temporal, el producto ha podido ver mermadas sus propiedades o cualidades originales, especialmente en lo referido a las características organolépticas: el olor, sabor... En el caso del yogur, puede volverse más ácido, tener un gusto más similar al queso o perder cremosidad, pero su consumo es perfectamente válido desde el punto de vista de la seguridad alimentaria. La fecha de caducidad, sin embargo, indica que su ingesta partir de ese día puede ser peligrosa para la salud, algo científicamente descartado en el caso de los yogures.
Que la vida útil del yogur es más larga de los 28 días establecidos hasta ahora es algo que sabe cualquier químico o experto en seguridad alimentaria. «Veo un yogur en una nevera y ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer», dijo hace unos meses el ministro Arias Cañete, unas declaraciones que levantaron ampollas por tratarse de la máxima autoridad alimentaria del país. Inapropiadas o no, lo cierto es que el yogur, por su propia composición, es un medio inhóspito para el desarrollo de los microorganismos: las bacterias ‘benignas’ que se utilizan como fermento para elaborar el yogur forman el ácido láctico, con un pH tan elevado que inhibe el crecimiento de sus ‘compañeras’ patógenas. Desde la Academia Española de Nutrición y Ciencia Alimentaria sostienen que si se ha mantenido bien refrigerado, el producto puede tomarse sin problemas en un plazo orientativo de entre dos y tres semanas después de la fecha recomendada.
Eso sí, la continuación del proceso de fermentación hará que con el tiempo el yogur no sea apto para todos los paladares, debido a su extrema acidez. En algunos blogs de internet se pueden encontrar testimonios de personas que sostienen haber ingerido un yogur caducado un mes después o incluso tras dos semanas ¡fuera de la nevera! sin sufrir ni un leve retortijón. Pero mejor no hacer la prueba; si bien la leche fermentada puede que no se eche a perder en semanas, los aditivos que se le añaden (proteínas, almidones...) sí que caducan y pueden ocasionarnos un problema gastrointestinal.
Llegados a este punto, el consumidor pone cara de póquer y se pregunta cuántos yogures en perfecto estado de revista habrá condenado al cubo de la basura de forma tan inmisericorde como innecesaria, en el erróneo convencimiento de estar sorteando una segura intoxicación alimentaria. «No sabemos si se nos está tomando el pelo, porque se decía que no se comiera un yogur después de 28 días y ahora sí. No sabemos si se ha estado provocando que tiráramos comida y beneficiáramos así a la industria o si ha cambiado la forma de hacer yogures», sostiene Rubén Sánchez, portavoz de Facua, asociación de consumidores que, sin embargo, es más partidaria de mantener la actual fecha de caducidad para evitar confusiones o posibles problemas por la rotura de la cadena de frío.
Y una vez se cambie el etiquetado, ¿qué hacemos con un yogur con la fecha de consumo preferente rebasada? Pues lo mismo que hacemos a la hora de consumir unas frutas o verduras no demasiado frescas: guiarnos por el sentido común. De la misma manera que desechamos una manzana seca o podrida, si el yogur huele mal o no sabe bien, si presenta moho en su superficie o el envase está abombado, tirarlo a la basura. El mismo criterio que deberíamos aplicar a las galletas, las magdalenas, la pasta, la miel, los cereales… o los huevos, siempre que la cáscara, que blinda el interior a los microbios, no este rota. Incluso rebasado el tiempo de consumo preferente, el proceso de cocinado eliminaría cualquier riesgo. Tampoco caducan las legumbres, el vino, la cerveza, las bebidas de alta graduación, los productos de panadería o confitería sin cremas, el vinagre, la sal, los chicles, los embutidos curados… Todos estos productos pueden estar rancios, secos o con peor sabor y aspecto, pero su consumo no es perjudicial.

fuente: eldiariomontanes.es

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