Hace dos años, la visión de unos chícharos en perfecto estado que habían llegado desde Kenia hasta Londres impresionó a Jenny Dawson, una futura empresaria. Los chícharos habían sido apartados en un mercado de comida, listos para mandarse al relleno sanitario.
Poco después de eso, en una granja de un amigo, cajas de manzanas, catalogadas como demasiado pequeñas para su comprador, se dejaron ahí hasta que se pudrieron.
Vender todo este desperdicio impulsó a Dawson, de 27 años, quien antes trabajaba en un fondo para iniciar un negocio usando productos excedentes. El modelo para Rubies un the Rubble, su negocio de mermelada y chatni (una variedad de especies provenientes de la India), nació con la meta de usar comida que seguramente sería desechada, para crear alimentos que la gente podría comprar.
“Las conservas son la mejor opción para lidiar con el exceso de frutas y vegetales, porque duran hasta 10 meses”, dijo Dawson.
El problema masivo de desperdicio de alimentos ha recibido más atención en estos últimos años, y las cifras van en aumento. Un reporte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que el año pasado en todo el mundo se desaprovechó una tercera parte del total de la comida producida para consumo humano.
Actualmente, muchos bancos de alimentos recolectan los sobrantes de comida de hoteles y las redistribuyen entre los necesitados. Los residuos orgánicos se han convertido en un método común de reciclar comida como fertilizante o para nutrir la tierra.
Pero negocios como el de Dawson también han aprovechado esos elementos elementos que de otra manera terminarían en rellenos sanitarios. Campañas de concientización ayudan a la causa, dijo ella, y el cambio es evidente desde las primeras iniciativas tomadas por supermercados y restaurantes.
Waitrose, la cadena de supermercados con sede en Gran Bretaña, alcanzó en octubre su meta de no mandar nada de desperdicio a los rellenos sanitarios. En cambio, la comida no deseada se dona o envía a plantas de digestión anaeróbica para convertir el material en biogás. Otros vendedores al por menor siguen el ejemplo con planes similares, como Marks & Spencer.
Dawson dice que las actitudes de los consumidores también han cambiado.
“Hace dos años, a la gente no le gustaba escuchar ‘desperdicio de comida’, porque siempre quieren tener lo mejor, que todo sea perfecto”, dijo ella.
“Después cuando lo orgánico y cultivado en casa empezó a tener auge, las personas compraban zanahorias con formas raras o manzanas pequeñas simplemente por tener un tratamiento más natural”.
En California, dos empresarios vieron una oportunidad en las grandes cantidades de café molido desperdiciado por las cafeterías en su propio vecindario. Ahora manejan un negocio exitoso de reuso.
Nikhil Arora y Alejandro Velez eran estudiantes de negocios en la Universidad de Berkeley, cuando escucharon por primera vez en clase que los hongos podrían cultivarse por completo solo con desperdicios de café molido.
El concepto llamó su interés y formaron Back to the Roots, un negocio que inició con la cosecha de hongos y, ahora, vende kits para tener un cultivo propio. Todo funciona gracias al desperdicio de café en 35 cafeterías dentro y alrededor de Berkeley.
“Desde el día uno, esta era nuestra primera visión de la compañía y nos enamoramos de ella. La idea era que con el ‘desperdicio de comida’ y de ‘salarios’, pudieras crear una compañía diferente, en una zona urbana y crear oportunidades de empleo en algo que no se aprovecha, y eso nos impulsó”, dijo Arora.
El producto principal de la compañía es un kit de herramientas para cultivar tus propios hongos. Se trata de una caja de cartón que incluye una bolsa de plástico llena de café molido y micelios. Abre la bolsa y humedece el contenido con agua, y los hongos de perla de ostión empezarán a crecer hasta que se salgan de la caja, alcanzando su tamaño completo en 10 días.
Back to the Roots ha vendido 300,000 kits en Estados Unidos a través de las tiendas como Whole Foods, Nordstrom, y Bed Bath and Beyond. Arora dijo que usan “una gran cantidad de café almacenado” por semana, unos 18,000 kilos en total. Sin embargo es consciente de que es una pequeña contribución para amortiguar la cantidad de productos alimenticios que se desperdician.
“Sabemos que no resolveremos la crisis de hambruna mundial, y que no acabaremos con todo el problema”.
Pero ellos esperan que al cultivar nuestra propia comida, los individuos, especialmente los niños, tendrán una mayor idea sobre de dónde proviene la comida.
Y ha funcionado en muchos grupos, desde los apasionados a la gastronomía hasta niños y personas preocupadas por el ambiente.
“Nos gusta pensar que si estás en un avión, no importa quien se encuentre a tu lado, podrías hablar acerca de lo que hacen en Back to the Roots ”, dijo él.
Fuente: CNNMéxico
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