Jean-Jacques Rousseau afirmaba que la agricultura es «la primera y más respetable de las artes». Este aserto que hoy en día podría resultar trasnochado conlleva una gran importancia: la humanidad se enfrenta al reto de alimentar a una población que en 2050 rondará los 9.200 millones. Fuera de Occidente, donde damos por sentado que tener acceso a todo tipo de alimentos en tiendas y supermercados es lo normal, las palabras del filósofo francés tendrían mayor reconocimiento.
En el primer mundo, además de la cantidad se exige calidad. Y es en esta batalla donde España lleva años luchando por estar en primera división. Nuestra gastronomía es rica, variada y saludable. Hemos acuñado el término «dieta mediterránea». Y uno de sus secretos es la materia prima empleada. Jamón ibérico de bellota o aceite de oliva son mundialmente reconocidos, al igual que carnes, quesos, vinos, o frutas y hortalizas. Estas últimas se llevan la palma en cuanto a la importancia que desarrollan como sector.
Nuestro país es número uno mundial en exportaciones hortofrutícolas. Su peso en la balanza comercial es notable, ya que se sitúa en segundo lugar tras los bienes de equipo, pero por encima de sectores como el químico o el automovilístico. El sector representa el 56% de la producción vegetal final y el 33% de la producción final agrícola.
«La calidad de nuestras frutas y hortalizas es apreciada en todo el mundo», asegura Miguel Arias Cañete. Estas declaraciones no tendrían nada de especial viniendo del ministro de Agricultura, si no fuera porque están avaladas por unas magníficas cifras. El pasado año el valor de exportación hortofrutícola tanto en fresco (9.641 millones) como en transformado ascendió a 12.887,5 millones, un 9% más que en 2011.
Este sector tiene además capacidad para seguir aumentando sus exportaciones, pero se topa con el muro que levantan países como EE.UU. o Japón, muy herméticos a la hora de abrir sus fronteras por su estricta política fitosanitaria. «Pedimos la apertura real de los mercados al igual que se hace en la UE», afirma el director de Fepex, José María Pozancos.
Otra de las joyas de la corona es el aceite de oliva. España es desde hace años el mayor productor del mundo, con una cuota cercana al 50% gracias a los 2,45 millones de hectáreas que se reparten por la geografía nacional. En este caso cantidad sí es sinónimo de calidad, debido al trabajo que llevan años desarrollando administraciones, productores, envasadores y comercializadores.
Su reinado es indiscutible también en cuanto a la exportación, donde ocupa el primer puesto mundial, con 875.900 toneladas en la última campaña, lo que permite a nuestro oro verde llegar a más de 140 países -desde prestigiosos mercados como EE.UU. hasta gigantes emergentes como China o Brasil-. Y una espinita que el sector tenía clavada, que se exportaba más aceite a granel que embotellado, ya se está corrigiendo.
Gran reconocimiento tienen también nuestros vinos. Hablar de Rioja, Ribera, Mancha o Jerez es cada vez más frecuente fuera de nuestras fronteras. No en vano somos el tercer productor mundial tras, Francia e Italia (38,3 millones de hectolitros), y el segundo exportador, con 2.233 millones de litros. Sólo Castilla-La Mancha alberga la superficie de viñedo más grande del mundo: 450.000 hectáreas.
El vicepresidente del Comité Consultivo de la UE y responsable del sector de la organización COAG, Alejandro García Gasco, asegura que hay que dotar de estabilidad al sector: diversificar hacia otros productos, como mostos o alcohol de uso de boca destinado a producir brandis y licores.
Valor añadido
«Además, hay que invertir en producir vinos de calidad con alto valor añadido, que en nuestro caso se llaman denominaciones de origen; apostar por fomentar en España un consumo responsable y de calidad, y por la internacionalización», añade.
Nuestra ganadería constituye un claro ejemplo de que los productores se han buscado la vida fuera de aquí, ya que los altos costes de producción provocados por el alza de los piensos asfixian al sector. Los ganaderos de porcino han abierto un interesante nicho de mercado en China. En 2011 el sector aportó 4.500 millones al PIB, lo que representa un 34,2% de la producción final ganadera y un 12,4% de la producción final agraria. «Tenemos uno de los sectores más competitivos y profesionalizados del mundo. Somos el cuarto productor mundial y el segundo de la UE», señala el director de Anprogapor, Miguel Ángel Higuera.
El vacuno de carne, por su parte, ha echado sus redes exportadoras en los países al sur del Mediterráneo, desde Marruecos a Turquía, incluidos los del Golfo Pérsico. Se trata de países donde no consumen cerdo. El director gerente de Asoprovac, Javier López, asegura que se están exportando vivos, «ya que permite un mayor aprovechamiento del animal y por el hecho de que la red de conservación en frío en estos países no es la idónea». Añade que estos países pagan al contado, algo que hoy en día «es vital». El sector está además esperanzado con la tímida apertura de los mercados asiáticos, que se habían vuelto impermeables tras la crisis de las «vacas locas».
Sin un gran peso específico en la producción agraria, pero de nuevo a la cabeza de Europa, se sitúa la producción de miel. La apicultura cuenta con el 17,06% del censo de abejas de toda la UE, con cerca de tres millones de colmenas. Nuestra miel, al igual que el polen, goza de altísima calidad.
El que fuera presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower, consciente de la importancia de esta actividad, afirmaba con cierta ironía que «la agricultura se ve fácil cuando el arado es un lápiz y se está a mil millas del campo». Pero no lo es. Y mucho menos estar a la vanguardia de un sector clave para el futuro en cuanto a suministro de alimentos, pero que hoy en día debe ir además de la mano del cuidado medioambiental y de la contribución al desarrollo rural. Y el esfuerzo de España parece fértil.
Fuente: abc.es
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