La soya es la opción para algunos de los agricultores que están decepcionados por la baja producción de arroz. Aunque este cultivo no alcanza la superficie de años anteriores, este 2013 es la alternativa para Luis Verdesoto, Carlos Sánchez, Wellington Rodríguez y otros campesinos de Babahoyo, Montalvo y Baba en la provincia de Los Ríos.
Desde el año pasado un coctel de plagas ha mermado la producción arrocera del país. Agricultores que antes recolectaban entre 50 y 70 sacas de 210 libras por hectárea, ahora cosechan de 15 a 35. En las parcelas, las plantas aparentan un buen estado, pero al momento de la cosecha los granos están vanos, sin almidón. No hay datos oficiales sobre el hectareaje de siembra anual de este producto, básico para la elaboración de aceite y de alimento para aves, cerdos y camarones, pero la Junta de Usuarios de Riego de Babahoyo calcula que apenas hay de 30.000 a 40.000 hectáreas cultivadas, alrededor de 15.000 menos que hace dos años. Por eso Luis Verdesoto este año sembró 22 cuadras y media de soya en remplazo de las 18 de arroz que el 2012 solo le dieron 325 sacas. Algo inusual para quien lleva 30 años en el mundo de la gramínea.
Ahora espera que se fije un precio acorde a los valores internacionales del grano y que le permitan recuperar la inversión en semillas, alquiler de terreno, insumos y mano de obra que demanda este cultivo de ciclo corto. La UNA debe entrar. Él cree que si hay un fomento a la siembra local y un plan de comercialización que garantice un precio que compense los costos y permita una utilidad, Ecuador dejaría de importar aceite y torta (pasta), que provocan la salida de divisas del Ecuador. Solo el año pasado Ecuador trajo desde el exterior 517.357 toneladas métricas de torta y demás residuos sólidos de la extracción de aceite de soya. Según el Banco Central, el costo fue de 251,6 millones de dólares.
De enero a mayo de 2013 las compras fueron de 236.970 toneladas, por 118,9 millones de dólares. No es que los productores esperen ganar tanto dinero con la soya, pero al menos asegurarán la inversión y permitirán a los suelos arroceros recuperarse con el nitrógeno que dejan las raíces de esta leguminosa a través de bacterias. Carlos Sánchez es un pequeño productor.
De siete a once de la mañana trabaja en una plantación del recinto 24 de Mayo, que queda entre Babahoyo y Montalvo. Por la tarde se dedica a su pequeña parcela de soya, donde pese al ataque de langostas, del gusano sanduchero y de malezas espera cubrir los costos de producción. “Los campesinos pasamos todo tipo de peripecias: no nos dan créditos, los almacenes no nos fían, los insumos suben.
Le apuesto todo a la soya, porque el arroz ya lo tengo amarillento por una plaga que daña la espiga”. Wellington Rodríguez espera una producción de entre 25 y 30 quintales de soya. “Con los 30 dólares que le pagan por cada quintal uno puede subsistir, sin tener una vida holgada. Si cosechamos menos saldremos en contra. Tenemos que analizar los costos del exterior versus los costos de internación para solicitar un precio oficial al Gobierno”.
Esa escasa rentabilidad, a su vez, le ha dado paso a otro cultivo: la chía, producida por una gran empresa argentina que solo alquila a 200 y 300 dólares la hectárea de terreno. “Deben haber 50.000 hectáreas de Chía en la provincia. En Baba (cantón de Los Ríos) todo es chía, una planta de la cual sale el aceite con omega 3″, dice Rodríguez. La soya es una alternativa porque mejora los suelos, al darles oxígeno con sus raíces llenas de bacterias benéficas. Verdosoto cree que la Unidad Nacional de Almacenamiento (UNA) debe abrir los silos, para la cosecha, desde el 1 de septiembre, pues así no dejará a los soyeros en manos de los intermediarios.
“Los centros de la UNA deben trabajar con tiempo, no dejar en manos de los comerciantes, el 1 de septiembre deben abrir los centros de acopio, porque arranca la cosecha; la clave, que se fije una política de comercialización para el agro”, resalta este campesino, mientras le da batalla a una maleza que mancha los granos.
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