Durante 18 años lideró Corpoíca y logró que el país y los empresarios miraran a la región.
El 25 de octubre de 1994 la suerte de la Altillanura con sus tierras rojizas e infértiles, comenzó a transformarse.
Un ingeniero agrónomo tolimense que llevaba metido cinco años como director del centro experimental de Carimagua, enamorado del Llano y de sus paisajes, llegó a la recién creada oficina de Corpoíca en el centro de investigaciones de La Libertad a soñar.
La investigación y la ciencia eran temas desconocidos que sólo manejaban los centros internacionales que hacían pruebas en esta región y apenas el pasto Brachiaria era lo más novedoso que se estaba probando como alternativa de producción con el más mínimo recurso y esfuerzo.
Oxigenado del Llano y con Carimagua como fuente de inspiración, lo primero que hizo Jaime José Triana Restrepo fue trasladar las oficinas de los centros operativos de Villavicencio a La Libertad para que todos trabajaran reunidos en un solo sitio y sintieran el aroma del campo.
Pronto descubrió que con los técnicos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) podía efectuar alianzas para hacerle correctivos a los sistemas de labranza y con un presupuesto de 800 millones de pesos se obstinó en que era necesario iniciar un éxodo al Brasil para que sus investigadores aprendieran de tecnologías y sistemas agropecuarios.
Su terquedad y empuje logró convencer y motivar a sus investigadores para que aprovecharan la enseñanza y luego la pusieran en práctica en esa región de la Altillanura que para la época solo "producía paisajes", como jocosamente él mismo lo decía.
Con un humor picante, irreverente y una locuacidad sin límite, que le permitía hablar hasta dos horas de cualquier tema que le apasionara, Triana empezó a liderar la investigación y a hacerse notar a nivel central en Corpoíca y el Ministerio de Agricultura.
Trabajó con las uñas
Para esa época muchos investigadores y productores de la zona "sembraron con linterna y con las luces de los tractores" para probar la eficacia del mejoramiento de suelos y de los germoplasmas.
Y aunque nadie creía posible que una persona 'mamagallista', obstinada y con una que otra palabrota, que nunca se le oyó mal, consiguiera obtener recursos y ganarse el respeto, pronto Jaime Triana lo logró con creces y con buenos resultados financieros y técnicos.
Entonces el responsable de haber descubierto y habilitado con la ciencia la última frontera agrícola del país, no cambió su estilo.
Siguió siendo el mismo, el "papá de los pollitos" que reunía su parvada y luego de regañarlos o 'darles gallina' les daba directrices para que las aplicaran en sus trabajos de investigación.
"Nosotros no salíamos de las reuniones regañados sino motivados", dice José Eurípides Baquero, uno de los investigadores.
"No quiero investigadores piedemontunos" (dedicados solo a la cordillera) les decía a sus investigadores, y los instaba a que miraran la Altillanura como el enorme potencial agropecuario que necesitaba el país para su desarrollo.
Surgió entonces, bajo su liderazgo y olfato visionario, la opción de hacer alianzas y sociedades de riesgo compartido. Avidesa, Novartis, McPollo y otras empresas foráneas lo escucharon y decidieron apostarle de lleno a la investigación y a Triana y su equipo.
Diez años después la Altillanura tiene sembradas 46 mil hectáreas de soya, 15 mil de forestales, 18 mil de maíz, 12 mil de caucho y es la esperanza del país.
Una vida llena de charlas y amogos
La psicología era además otra de sus pasiones. No en vano dos hijas suyas son psicólogas. Jaime Triana era un apasionado por desenredar y conocer la personalidad de la gente.
Su capacidad para interactuar con las personas, su intuición, su charla y la facilidad con la que les hacía psicología para conocer sus debilidades y fortalezas le permitieron tener grandes amigos e inyectarle fuerza a su equipo de trabajo.
Otra pasión era el Llano. Una muestra de ello la dio el año pasado, cuando se atrevió a dictar en Popayán una charla sobre la gastronomía llanera ante un auditorio plagado de empresarios del turismo.
Así era el temple de este llanero adoptado que jocosamente decía que "Un llanero es tan berraco que nace donde se le da la gana".
Hoy productores, empresarios, inversionistas, políticos, investigadores, periodistas, académicos y líderes gremiales que lo conocieron y gozaron con su charla, lamentan no poder volver a verlo en su escritorio.
Las balas asesinas, la insensatez, el odio y la barbarie segaron su vida y dejaron a muchas personas con los ojos húmedos a recordar sus andanzas, sus bromas, sus risotadas e improperios que, como un loco convencido de la causa, lanzaba para convencer y hacerse sentir.
Fuente: LLANO 7 DÍAS
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