La polémica desatada alrededor de la semillas no ha tenido altura técnica y se ha utilizado como un instrumento de demagogia y combustible para la agitación campesina, aprovechando el desconocimiento del público de lo que hay detrás de las semillas y su industria.
Antes de explicar que hay detrás de una semilla que está en el mercado se debe hacer la siguiente pregunta: ¿qué pasaría si una familia se reproduce entre sus miembros por varias generaciones?
Todos deben saber que una situación como esta resulta en procesos degenerativos y taras, lo mismo sucede con todos los seres vivos, entre ellos las plantas, las cuales, en el corto plazo se degeneran y producen menos. Para evitar esto, se ha desarrollado la industria de semillas.
Así es como los agricultores tienen acceso a semillas de alto valor genético que generan altos rendimientos y ventajas agronómicas que permitan reducir el costo de producción.
A modo de ejemplo, cuando sale al mercado una semilla de una nueva variedad arroz, pueden haber transcurrido siete a diez años pues ha pasado por todo un proceso que busca que esa variedad tenga unas características especiales: productivas, fisiológicas, genéticas, físicas y fitosanitarias.
El proceso se inicia con la selección de los padres, lo que toma más o menos un año; los cruzamientos, uno a dos años; la selección y el retro cruzamiento, dos a tres años; la selección y fijación de las características específicas, tres a cuatro años; las pruebas regionales y de adaptación, dos años. La biotecnología está ayudando a acortar estos tiempos.
Cuando ya se tiene un material para sacar al mercado, se da vía a la obtención de una semilla certificada que se inicia con la producción de semilla genética, al reproducirla sale una semilla básica, la cual nuevamente se reproduce y sale una semilla certificada, la cual se garantiza que tiene unas características especiales.
Todo el proceso anterior, lo desarrollan agrónomos especializados en fitomejoramiento que conforman grupos de investigación que cuentan con terrenos, instalaciones y equipos.
En Colombia existen 67 de estos grupos, que en promedio tienen un costo de operación de doscientos millones de pesos anuales. Por lo tanto, el costo promedio para sacar una variedad de arroz es de dos mil millones de pesos.
Todo el proceso anterior no se puede dar si no está acompañado por unas exigencias técnicas determinadas por resoluciones, como la polémica 970, entre otras.
El ICA entonces tiene una responsabilidad de garantizar que se cumplan las normas y que la semilla sea de buena calidad y que tenga los rasgos genéticos anunciados. Para lograr este control a la producción de semillas, la institución cuenta con una estructura de laboratorios en diferentes sitios del país con profesionales especializados en semillas.
Todo lo anterior demuestra que existe una industria de semillas que invierte en investigación y desarrollo, no siempre con éxito.
Durante el 2012 se comercializaron en Colombia cerca de 66 mil toneladas de semilla certificada de diferentes cultivos, con las cuales se sembraron algo más de 530 mil hectáreas.
De este total de semilla certificada, el 85 por ciento o cerca de 57 mil toneladas se produjeron en el país, con recursos y personal colombianos, en arroz solamente se produjeron 48 mil toneladas.
Algo más de 9 mil toneladas de semilla o cerca del 15 por ciento se importaron, principalmente para cultivos de algodón y maíz.
Todo lo anterior, demuestra que existe un ordenamiento jurídico y técnico en la producción de semillas y que hay empresas invirtiendo importantes recursos en su desarrollo para que cada día los agricultores obtengan mejores cosechas y obviamente para ganar dinero.
A pesar de todo lo anterior, muchos agricultores siguen tomando riesgos y sembrando cualquier semilla o semilla ‘pirata’, es así que algo más del 50 por ciento de la semilla de arroz y del 61 por ciento de la semilla de maíz son de ese origen y los agricultores no son conscientes de los riesgos en enfermedades y malezas que están asumiendo.
Finalmente, mi única motivación para escribir estas líneas es el haber tenido la oportunidad de entender, mientras fui subgerente del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), la dimensión y la importancia del desarrollo, producción y comercialización de semillas.
No podemos permitir que un asunto tan técnico se exponga a convertirse en un instrumento de negociación, es mucho lo que la agricultura pierde si, por capricho de unos y demagogia de otros, se acepta que se deroguen resoluciones técnicas, que lo que hacen es proteger la agricultura colombiana.
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Apreciado Sugerente del ICA.
Muy interesante su exposicion y las razones para hacerla.
La gran preocupación de nosotros los trabajadores del campo es la obligación que se esta generando de utilizar únicamente semillas certificada de determinada empresa vendedora de semillas. A nivel mundial todos sabemos que MONSANTO penaliza con multas astronómicas a los agricultores que no compran sus semillas y lo que no queremos es que en Colombia llegue a suceder lo mismo. El ICA dentro de sus acciones debe implementar un programa que permanentemente permita que toda la información sobre este tema llegue al trabajador del campo, llámese campesino, agricultor, indigena, raizal, etc. por que todos tenemos el derecho se saber y conocer que se hace con nuestros recurso naturales. Y no que de la noche a la mañana aparezca una empresa comercial avalada por el ICA para implementar sanciones y multas por no utilizar las semillas certificadas por ellos.
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