Científicos de la UN en Palmira y del CIAT hallaron en genotipos de yuca, recolectados en los departamentos de Atlántico, Magdalena, Córdoba y Sucre, una alta variabilidad genética que evitaría su extinción.
La yuca (Manihot esculenta Crantz) se considera el cuarto producto básico más importante en la alimentación mundial, después del arroz, el trigo y el maíz. Su papel es fundamental en la dieta de millones de personas en el mundo, al ser un importante recurso energético en la alimentación humana.
En Colombia, la principal zona de cultivo es la región del Caribe. Allí se concentra el 42% de la producción nacional. Y, al igual que en otros países del mundo, en su mayoría es manejada por agricultores en pequeñas explotaciones. Pero, según los investigadores de la sede, estos utilizan cultivares no identificados conformados por genotipos locales o variedades mejoradas y desconocen la magnitud de su variabilidad.
El profesor Franco Alirio Vallejo, uno de los directores de este proyecto, explica: “el conocimiento de la variabilidad genética de las especies facilita la toma de decisiones en los programas de mejoramiento y en su conservación. Y el germoplasma evita la pérdida de especies silvestres y cultivadas, pues prevé o reduce la erosión genética”.
Por eso, con el objetivo de examinarla, los investigadores del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y de la UN en Palmira utilizaron marcadores moleculares del tipo microsatélites (simple sequence repeat, SSR).
“Estos marcadores han sido ampliamente usados para estos estudios. Se han identificado 36 como los de mayor polimorfismo y se han utilizado en investigaciones con genotipos de otros países”, reporta, en su recopilación bibliográfica, Adriana Mercedes Alzate, ingeniera e investigadora del proyecto.
Los científicos aseguran que, en algunos de los anteriores trabajos, se han incluido variedades colombianas provenientes del Banco de Germoplasma del CIAT.
“Sin embargo, en el país no se han hecho estudios de variabilidad genética que incluyan accesiones de yuca recolectadas directamente en las fincas de los agricultores”, afirma Alzate.
El germoplasma se recolectó en fincas pequeñas que tenían un área comprendida entre 0,5 y 12 hectáreas y localizadas en los departamentos de Córdoba, Sucre, Atlántico y Magdalena.
“El muestreo fue de tipo conglomerado polietápico y se consideró al grupo de cultivadores existente en cada municipio como un conglomerado. Primero, se seleccionó aleatoriamente el municipio dentro de cada departamento. Después, las fincas de cada municipio”, señala el profesor Vallejo.
Evaluaron 717 genotipos de yuca recolectados. Así, mediante un análisis de correspondencia múltiple (ACM), establecieron seis grupos genéticamente diferentes que explican el 81% de la variación.
El coeficiente de diferenciación genética entre grupos (GST) fue bajo (0,18); lo que indica, según Alzate, “que la variabilidad no se debe a diferencias entre los grupos, sino a diferencias dentro de cada grupo; de ahí que dentro de estos sea alta”.
El profesor Vallejo concluye: “Las medidas de variación genética en este trabajo de investigación demostraron que, en estos cultivos de yuca, existe alta heterocigosidad (HI: 0.56087). Esto confirma el entrecruzamiento de la yuca y su naturaleza altamente heterocigota. Su condición alógama (polinización cruzada) favorece la segregación y la generación de nueva variabilidad genética”.
Fuente: UNA
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