No es casual que el desarrollo rural sea el primer punto en la agenda de conversaciones con la guerrilla, pues alrededor del agro se han presentado muchas de las situaciones que han dado origen al problema de violencia que ha vivido Colombia.
Sin duda, la complejidad de los fenómenos que han golpeado al sector rural colombiano impide dar explicaciones simplistas, ya que los problemas han tenido causas tanto nacionales como internacionales, y situaciones que implican temas propios de la agricultura y la ganadería, y fenómenos exógenos, como ha sido el caso del narcotráfico.
En buena medida, la pérdida de rentabilidad relativa registrada desde los años ochenta, y, luego los problemas de seguridad, dieron lugar a un dramático alejamiento y abandono del campo. No se hicieron las obras de infraestructura requeridas y la presencia del Estado se limitó a lo mínimo necesario. En esas condiciones, la inversión privada se restringió a casos muy excepcionales, lo cual conformó un caldo de cultivo ideal para que florecieran los grupos armados de todo tipo. Algunos con origen político y otros de carácter puramente delincuenciales.
En esas circunstancias, fenómenos como el despojo de tierras, desplazamiento, testaferrato y la intimidación, contribuyeron al abandono del campo y fueron verdaderos héroes los que, en esas condiciones, perseveraron en su decisión de seguir adelante con su actividad productiva.
Fueron, claramente, muchas las oportunidades desperdiciadas para el país, pero resulta alentador pensar en el inmenso potencial que todavía el agro tiene por delante. Solo basta considerar la demanda por alimentos y productos del sector rural que se prevén en el mundo para los próximos años, para dimensionar el potencial. Están, además, las posibilidades que ofrece la biodiversidad para que quede en evidencia la importancia de nuestro sector rural. Pocos países, con fronteras agrícolas por desarrollar, tan prometedoras, como la Altillanura o las grandes extensiones del Caribe colombiano. El desarrollo de este potencial requiere, ante todo, seguridad, luego, inversión y presencia estatal.
La coyuntura actual permite pensar que este proceso de paz puede ser determinante en corregir el error histórico cometido hasta ahora. De una parte, porque lograr la finalización del conflicto sería un gran paso en la consecución de mejores condiciones de seguridad para el campo, pero, de otra, porque debe ser la oportunidad para que el país urbano mire en esa dirección y tome conciencia no solo de que debe corregir los errores, sino de las posibilidades que el país tiene.
Un avance muy importante se ha logrado con el incremento del presupuesto de inversión del Ministerio de Agricultura, que elevó en un 35 por ciento el destinado a la inversión, frente a un 11 por ciento del promedio general. Esto, sin embargo, tiene que ser solo el comienzo, pues el campo necesita vías, comunicaciones, riego, seguridad social, acceso al sector financiero, entre otros. Eso solo se obtendrá si hay una verdadera decisión política en ese sentido.
Si del proceso de paz se lograra dar al campo la importancia que requiere, será inmenso el avance que habrá conseguido el país.
Fuente: portafolio.co
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Esperamos que los diálogos de paz den sus frutos por fin, y que sean los verdaderos dueños de la tierra, los que la trabajan, quienes sean los protagonistas de un mejor futuro y merecido.
Estoy muy de acuerdo con el artículo. Considero que los diálogos de paz son una nueva ilusión para empezar a solucionar la problemática del sector agropecuario colombiano. Estoy muy motivada y con toda la fe de que vamos por un buen camino.
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