¿Puede un vino saber a yacimiento minero? ¿Hace mal tomar una bebida cultivada en un suelo que tiene más metales que tierra?
Los expertos aseguran que, al contrario de lo que se podría pensar, al provenir de suelos tan especiales, estos mostos logran sabores diferentes a lo tradicional y que casi siempre tienen resultados “excepcionales”.
Por ello, en general, se habla de etiquetas de un valor alto o medio, que se distinguen por tener producciones limitadas y por ser expresivos en sabor y aroma.
Un ejemplo de esto es lo que ha hecho en Atacama la Viña Armidita, que desarrolló en 2011 un pajarete -cepa de tradición minera y nortina- 100% moscatel que, dice Lady Ramírez, de Armidita, se cultiva sin fertilizante.
Con esta elaboración el pajarete se puso mantel largo y, explica la enóloga Daniela Lorenzo, del Bocanariz, pasa a ser un producto muy bien logrado en cuanto a aroma y sabor.
Otra etiqueta destacable es el syrah Ayllu, apoyado por el programa de Fomento Productivo de SQM. Este vino se produce en los viñedos del Salar de Atacama, a más de 2.400 metros de altura en Toconao y San Pedro de Atacama.
A pesar de lo extremo de las condiciones, dice el crítico Patricio Tapia, los suelos calcáreos de la zona son muy buenos para el vino.
Pero lo que más destaca el autor de la Guía Descorchados es que provenir de algunos de los viñedos más altos de Chile le da a este vino un carácter especial y que no es intervenido en la fabricación, “y esa expresión lo hace muy destacable”, dice.
Ventisquero tiene dos de sus mejores etiquetas en la zona: Tara y Ramirana Gran Reserva.
Tara, explica Francisco Javier Ruidiaz, de Ventisquero, tiene una producción limitada, pero también una presentación muy particular: es un syrah no filtrado con sabores muy especiales, lo que le ha permitido, según él, estar en las cartas de vino de los cinco mejores restaurantes del mundo. En todo caso, su carácter hace que sea un vino distinto. “O lo amas u odias”, dice Patricio Tapia.
El sauvignon blanc Ramirana, por su parte, es salino, muy veraniego, agrega Tapia.
Ruidiaz complementa diciendo que esta cepa es más seca y con un retrogusto más mineral, fruto de cultivarse casi directamente frente al mar. Por eso, dice, es perfecto para maridar con mariscos y pescados como el mero.
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