“Cómprate una buena silla de ruedas, porque nunca más vas a volver a caminar”. Álex Cisternas reconoce que la frase del médico la tiene grabada a fuego, al igual que el día que perdió sus dos piernas en un accidente de auto.
Pero decidió que no quería que se cumpliera, y hoy, tras 15 años desde que le dijeron que no volvería a caminar, lleva varios de pie. “Siempre me han motivado los desafíos y el levantarme de situaciones difíciles”, comenta el inventor autodidacta y fundador de Biomacc, una empresa de Chillán enfocada en la venta de maquinaria agrícola y sistemas de selección de berries.
Mi robot, yo robot
Cisternas es un inventor. Desde que era un niño convertía en realidad ideas locas de su cabeza y ganaba todos los concursos de innovación en el colegio. “Una vez fabriqué un cortacorriente que cabía en mi reloj, cuando lo normal era que fuera del porte de una caja de zapatos”, recuerda.
A los 24 años partió a Alemania para incursionar en el mundo de la robótica. Llegó a la empresa Kuka, donde trabajó como técnico en programación para el desarrollo de robots y máquinas para la industria del agro.
Luego se trasladó a España y luego a Sri Lanka, una pequeña isla ubicada al sudeste de India. Allí creó una empresa dedicada a la invención de procesos mecanizados para la exportación de ajíes y pepinillos.
“Fui el primero en montar una empresa extranjera en ese país. Lo hice porque siempre tuve una facilidad para crear procesos agroindustriales”, cuenta.
Incluso obtuvo un reconocimiento por parte del Banco Mundial, quienes señalaron como un hito que un chileno se asentara en un país donde solo existía el negocio local.
Esos años de peregrinaje intenso, reconoce, fueron luego claves en su recuperación. Tras el accidente, puso en práctica sus conocimientos y se fabricó sus primeras prótesis.
Las diseñó y fabricó con los materiales que había en Chile, como fibra de vidrio y aluminio. Pronto comenzó a desplazarse nuevamente sobre sus piernas. Esas ya las dejó atrás: hoy usa las mismas de última generación del atleta sudafricano Óscar Pistorius.
Cisternas reconoce que todo el tiempo está ideando nuevos inventos. El último es un robot que cosecha arándanos con brazos biónicos y se mueve con energía solar. “Igual a mí, yo también soy un robot”, repite constantemente, con tono bromista.
Le tomó tres años fabricarlo, con una inversión que supera los US$ 300 mil, todo con recursos propios.Actualmente lo tiene patentado en 70 países y ha capturado la atención de universidades tan prestigiosas como Stanford, en Estados Unidos.
“Para un país que está en vías de desarrollo es muy importante crear su propia tecnología y que haya personas dispuestas a invertir su tiempo y recursos en esto (…). Muchas de las piezas de las máquinas las fabrico a mano: las corto, las sueldo, las pinto, las invento. Porque las veo funcionar en mi mente, veo los diseños en mi mente, porque no uso planos, todo está en mi cabeza”, cuenta.
Así resume Cisternas su inspiración por la robótica y los inventos.
Con delicadeza humana
Cosechar berries no es tarea para cualquiera. Una presión mal ejercida implica pérdida de calidad. Por ello, hasta ahora, las mujeres son las que mejor cumplen esta tarea. Y, si bien en el mercado existen algunas máquinas que cosechan, son más eficientes cuando el objetivo es destinar la fruta al procesado, sector en el que la calidad es distinta a la que se requiere para fresco.
Por ello el desafío de Cisternas no era menor. Y todo indica que consiguió que los fierros tengan la delicadeza humana. Porque una de las características que tiene su robot es que recoge los frutos de cualquier arbusto, en cultivos de cualquier dimensión, con la misma delicadeza que una mano de carne y hueso.Cuenta que lo que lo inspiró fue la falta de mano de obra para una industria con un fuerte potencial de crecimiento.
“El mayor problema es que se frena el desarrollo de los berries en Chile, porque si no hay mano de obra para las plantaciones actuales, es imposible pensar en futuros huertos”, explica.
El robot, que mide tres metros de alto y cinco metros de ancho, está compuesto por cuatro brazos vibratorios gigantes, de hasta 25 dedos cada uno. El número de articulaciones se regula de acuerdo a las necesidades de cada plantación. Opera a través de sistemas hidráulicos de doble tracción, incluso en pendientes pronunciadas.
“Se buscaron materiales amigables con el arándano para proporcionar un trabajo suave, y así proteger la delicada capa exterior del fruto, que es un polvillo blanco”, describe el empresario.
Cuánto rinde la cosechadora y cuál es su capacidad están en etapa de validación, pero se pretende que una reemplace a 100 temporeros.
“Se necesitan ocho personas para que funcione, quienes con una semana de instrucción ya estarían capacitados para operarla”, asegura el inventor, quien comenta que fabricó más de alguna pieza de su robot en forma manual.
Las funciones de los operarios se dividen en tres: manejo de brazos vibratorios, conducción del equipo y orden del producto en las cajas cosechadoras.
“La recuperación de la inversión es de mediano plazo, por los costos actuales de la mano de obra. Si tengo mil personas, con la máquina serán solo 100 personas, y por mucho que las remuneren mejor, el ahorro será mayor”, afirma el creador.
Según Cisternas, piensan comercializarla a partir de 2014, a un costo que bordearía los US$ 200 mil.
Hacia mercados lejanos
Para que el resultado sea eficiente y la fruta mantenga su calidad y pueda llegar en óptimas condiciones incluso a los mercados lejanos, como China y Estados Unidos, es importante planificar bien la cosecha con esta máquina.
Cisternas explica que por ello es necesario determinar qué porcentaje de berries maduros y verdes tiene la planta, para sacar la mayor cantidad de frutos frescos, sin pasar a llevar los que están en crecimiento. “Esa es la idea principal, porque las máquinas actuales, que cosechan para congelado, barren con todo el producto”, dice Cisternas.
La máquina, además, está pensada para funcionar como un híbrido, ya que puede operar con paneles solares.
Ello significa que los arándanos chilenos pueden disminuir su huella de carbono, lo que en los mercados internacionales se premia con mejores precios o, incluso, puede significar abrir la puerta de nuevos compradores.
El mercado de las frambuesas es otro de los nichos que pretende abordar. De hecho, ya se están realizando los estudios para incorporarla como una segunda alternativa a corto plazo, con la misma máquina cosechadora. “El mercado de la frambuesa también está complicado por la mano de obra, así que la siguiente fase es aplicarla a esta variedad”, cuenta el inventor.
Convencido de esto, Cisternas creó un segundo invento. Consiste en una máquina vaporizadora para el control de malezas en su primera etapa: “Hoy día se realiza por medios mecánicos o químicos, siendo esta opción, la del vapor, una nueva aplicación para los cultivos orgánicos, para que los arándanos lleguen 100% calificados a los mercados extranjeros”, comenta.
Con brazos biónicos, de hasta 25 dedos cada uno, construidos con materiales que protegen la capa exterior del arándano, la máquina, a diferencia de las existentes, podría cosechar fruta para exportación en fresco.
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