Al pensar en empresas agrícolas y de alimentos chilenas que sean innovadoras no es difícil encontrar ejemplos exitosos.
Están las papayas en conserva de Tamaya Gourmet, que gracias a la idea de adaptarlas a un formato plástico y llamarlas Chilean Carica -para no asociar al fruto con las papayas tropicales, que son mucho más grandes y desabridas- pudieron venderse en Estados Unidos y después se convirtieron en un éxito a través de internet, en Amazon.com.
En los supermercados locales es posible encontrar los snacks saludables de Tika, creados por la ingeniera agrónoma Carolina Echenique, que convirtieron a los chips de betarragas, camote y otros tubérculos en una opción nueva para el picoteo.
En esas estanterías también hay frascos con merkén y miel de ulmo, entre otros productos, de Chilean Gourmet, empresa de Paulina Peñaloza, que destacan por su calidad y por el diseño de sus envases, y que se venden desde 2008 en los Whole Food Market, la cadena de supermercados orgánicos más importante de Estados Unidos.
Y hay otros casos más, todos con productos que hace apenas una década no existían, eran muy poco conocidos o impensables.
Sin embargo, al analizar si el sector agrícola es, en general, innovador, estos ejemplos parecen ser de los pocos que tienen un impacto masivo en el mercado y que sobresalen en medio de una industria tradicional que ha estado enfocada en exportar volumen y en negociar precios, más que en buscar una manera de diferenciarse y de agregar valor.
Hay intentos por avanzar. Quienes están pendientes de este tema reconocen que en los últimos años hay un mayor interés de los empresarios, más herramientas de incentivo desde el sector público e, incluso, el apoyo de centros de excelencia internacionales, pero también tienen claro que aun queda bastante camino por recorrer.
El gerente de innovación de Corfo, Conrad von Igel, asegura que la cantidad de proyectos y postulaciones que han recibido del sector silvoagropecuario ha crecido con fuerza en los últimos tres años, pasando de tres mil postulaciones anuales a un nivel de entre diez mil y doce mil. “Es, realmente, un cambio radical”, dice.
Sin embargo, advierte que hace falta trabajar en el impacto de esos proyectos, para tratar de aumentar la diversidad de las exportaciones del rubro. “Se están dando los primeros pasos, pero estamos tan atrás que tenemos que correr como gigantes y no a caminar con pasos de enano”, asegura.
Cambio de mentalidad y riesgos
Al analizar lo que falta o los puntos débiles de la industria agrícola y de alimentos local, el gerente general de la consultora Innspiral, Arturo Herrera -quien ha asesorado a varias empresas del sector en innovación- dice, de entrada, que la primera barrera está en la mentalidad de sus actores. “Hay que cambiar el paradigma de que mi vida sea la de ser un buen productor de manzanas, y comenzar a mirar todo lo que se puede hacer con ellas. Ahí es cuando pasas de ser un productor a ser un emprendedor”, explica.
Von Igel agrega a eso que también es importante desmitificar la figura del innovador y aclarar que estos cambios “no son exclusivos para una persona que tiene un doctorado y que usa delantal blanco en un laboratorio, sino que se da en todos los ámbitos y niveles. Es una cuestión de actitud”.
Un segundo aspecto, de acuerdo a lo que plantea Herrera, es entender bien qué es innovar, porque muchos agricultores creen que lo están haciendo al viajar a ferias internacionales, donde encuentran una buena idea que no está en Chile, y la importan o la copian. “Eso también es válido y va a ser exitoso por un tiempo, pero a la larga también es un juego de commodity, porque entras al mercado con algo que te pueden copiar rápidamente”, explica.
Entonces, el experto plantea que el cambio que se debe hacer es entender al consumidor final, ver qué necesidades tiene y, a partir de eso, descubrir un nicho o una oportunidad para crear algo nuevo.
Para eso hay que estar dispuesto a asumir riesgos. “Innovar es invertir, no es llegar y hacerlo”, afirma Arturo Herrera, tocando uno de los temas más complicados para los actores del agro. “Es difícil que alguien a quien le ha ido bien durante 20 años con un cultivo se decida a innovar. Se les deben entregar herramientas para hacer ese cambio, porque es un riesgo que no están preparados para tomar”, afirma.
Respecto de este punto, Conrad von Igel añade que el tamaño de una empresa agrícola no debe una ser excusa en materia de innovación, ya que cada una, en cuanto al tamaño, tiene pros y contras.
“Una grande tiene la ventaja de poder arriesgar cierto capital de inversión sin quedar en una situación complicada, pero son más burocráticas y con estructuras más rígidas. Esto pasa a ser un punto a favor para las más chicas, que son más ágiles y están mucho más cerca en toda la cadena, desde la producción al cliente”, dice.
Cómo avanzar
“Si bien el mundo silvoagropecuario más tradicional se había mantenido alejado de estos temas y no había entrado con tanta fuerza, sí lo está empezando a hacer”, asegura Conrad von Igel.
A esa opinión se suma Francisco Rossier, gerente de desarrollo de negocios del instituto holandés Wageningen UR Chile, que desde hace un año está instalado en el país. “Vivimos un momento muy especial para esta industria, incluso similar a las condiciones que existieron hace décadas en los países que han alcanzado el desarrollo”, asegura el experto.
Rossier es enfático al mencionar que es un momento breve, que no durará para siempre, en el cual no funciona el copy paste y que se debe aprovechar ya.
“Ahora es cuando, y no hay que esperar a que todo el impulso venga del Gobierno. Es indispensable colaborar estrechamente con la industria, porque ella es la que siente el pulso del mercado y que puede identificar nuevos desarrollos de alto impacto. Potenciar los espacios de interacción con la industria es la primera medida para impulsar la innovación”, precisa Rossier.
Oportunidades
En cuanto a las oportunidades que tiene el agro chileno para innovar, el gerente de desarrollo de negocios de Wageningen UR Chile cree que el ser una industria joven es la principal, porque permite hacer inversiones en tecnología de punta y dar un salto más rápido que otros países, que tomaron décadas en llegar a esos avances.
Otra propuesta es asociarse para innovar. Algo que no es muy común en el agro local, pero que puede generar empresas que se encarguen solo de transformar los productos básicos en una línea de mayor valor.
El gerente de Innspiral, Arturo Herrera, cree que esta es una buena solución, porque es muy difícil que un agricultor pueda innovar solo, por las suyas. “Esos son casos súper aislados”, asegura, y agrega que es ahí donde la asociatividad puede tener un rol importante, ya que, al innovar, sí o sí se van a cometer algunos errores.
Por el lado del sector público, iniciativas como el año de la innovación demuestran que se está apoyando el tema. En cuanto al financiamiento, existen incentivos tributarios a la investigación y desarrollo (I+D), que no tiene restricciones presupuestarias, y herramientas que están disponibles tanto por el lado de la difusión de tecnología y asociatividad -orientado principalmente a las empresas medianas y pequeñas-, como para el desarrollo de proyectos más complejos.
Pese a que algunos consultores creen que la innovación va por un camino paralelo a la I+D, Conrad von Igel piensa que sí se debe considerar, especialmente en un sector como el agrícola. “No se puede innovar eternamente si no hay nuevos conocimientos ni nuevas tecnologías, por eso hay que ir avanzando en los dos temas”, explica.
Además, asegura que no se debe satanizar a la producción de commodities en el agro. “La economía del conocimiento y el mundo del futuro no es uno en el que no existen los commodities. De hecho, los alimentos van a ser cada vez más importantes”, dice.
Frente a eso, explica que la innovación no se debe entender solamente como el desarrollo de nuevos productos finales, sino como un aspecto que se debe aplicar en toda la cadena de producción, incluyendo los temas de variedades, de suelos, de sustentabilidad y de poscosecha.
“El peor de los mundos es estar pensando que hay que hacer algo sofisticado, cuando no somos capaces de producir la materia prima de esos productos, por no tener la productividad o la tecnología que se requiere para eso”, concluye el gerente de innovación de Corfo.
38,9% de los montos de los proyectos certificados como I+D por Corfo son del sector silvoagropecuario y de alimentos.
12.000 proyectos y postulaciones anuales del sector silvoagropecuario está recibiendo Corfo.
“Estamos tan atrás que tenemos que comenzar a correr como gigantes y no a caminar con pasos de enano”.
Conrad von Igel gerente de innovación de Corfo
“Hay mucho por hacer todavía en los canales de distribución, en el diseño y la presentación, y no solo en los alimentos per se”.
Arturo Herrera gerente general de Innspiral
Cinco claves para innovar
El consultor español Xavier Marcet asesora a empresas de todo el mundo en temas de innovación. Aquí entrega algunos consejos para las compañías chilenas de agroalimentos.
* Tomar un camino propio: Hay fórmulas para innovar, pero cada compañía tiene que elegir su camino, considerando cuánto va a arriesgar para tratar de crear valor a través de la innovación, sin perder de vista que el objetivo es impactar en los resultados y posicionarse frente a la competencia.
* Observar más que preguntar: Las empresas deben estar muy atentas a los cambios de usos sociales, que tienen que ver mucho con cómo se alimenta la gente, y observando es como surgen más opciones de encontrar soluciones realmente nuevas.
* Pasión: Más que la mejor metodología, la clave en innovación es poner pasión en lo que se hace, inspirarse, tener liderazgo y, al mismo tiempo, humildad para escuchar preguntas nuevas. Se deben complementar las aptitudes y actitudes para tener éxito.
* Poner focos: Tener una idea es solamente abrir una puerta, pero lo más importante en innovación es poder concretarlas y llevarlas a los mercados. Es necesario tener focos para poder poner a la innovación en medio de la contingencia del día a día.
* Entrenar: Cuando empezamos somos menos buenos que más adelante. Entrenar es clave y se debe aprender del fracaso, porque si eso no se hace caerá en el error. Los líderes deben dar el ejemplo en esto.
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