Fue el peor regalo de Navidad que podían recibir los productores de arándanos. El pasado 24 de diciembre, el Servicio de Inspección de Salud Animal y Vegetal de Estados Unidos (APHIS, por su sigla en inglés), publicaba nuevos requerimientos para el ingreso de arándanos frescos chilenos a ese mercado, provenientes de las regiones VI, VII y VIII, debido a la detección de Lobesia botrana -conocida también como la “polilla de la vid”- en puntos de control en Chile.
Si bien estos focos eran un rumor que ya circulaba, el anuncio norteamericano -que, entre otras cosas, exige la fumigación con bromuro de metilo de los blueberries, para lo cual recién el miércoles pasado aceptaron la opción de hacerlo en destino- fue un golpe inesperado, más aún entre pequeños agricultores que se enteraron por la prensa.
Ya en la temporada pasada hubo productores que detectaron lobesia en arándanos y que realizaron controles similares a las viñas -el cultivo en el cual normalmente habita-, pero no se decretaron medidas a nivel nacional, pensando que eran focos accidentales, por la proximidad de ambos cultivos.
La literatura internacional y programas como el que desarrolla el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), junto al APHIS e instituciones como la Universidad de California para controlar la lobesia en ese estado norteamericano, reconocen que la polilla no solo afecta a las viñas, sino que también a otros “hospederos secundarios”, entre los que se cuentan arándanos, carozos, kiwis, olivos e, incluso, malezas como la correhuela.
La pregunta que surge al revisar esos datos es qué falló para que la lobesia se propagara a los arándanos, y cómo no se consideró que este cuadro podría ocurrir, tomando en cuenta que está en Chile desde 2008.
El jefe de la División de Protección Agrícola y Forestal del SAG, Octavio Herrera, asegura que las detecciones en arándanos “son hallazgos aislados” que se informaron a Estados Unidos y México para cumplir con los acuerdos vigentes.
“El SAG ha reforzado sus acciones de vigilancia, especialmente en lo que respecta al movimiento de fruta desde aquellas regiones donde se han producido los hallazgos”, dice, y detalla que “en el caso que estos aumentaran, el SAG evaluaría las acciones de control a implementar en conjunto con el sector privado”.
Los especialistas y asesores afirman que hay errores de diseño e implementación del programa de control obligatorio para vides, lo que habría provocado el descontrol de la plaga y su propagación a arándanos.
Entre ellos, lo más llamativo es la cantidad de plaguicidas autorizados y la falta de una campaña de información sobre las implicancias de la plaga, que se propaga principalmente por el movimiento de maquinarias, frutas y sus desechos. También plantean la necesidad de realizar un control exhaustivo de los parrones caseros y de hacer una evaluación profunda entre las autoridades para elaborar una estrategia más efectiva.
Mal diseño e implementación
El entomólogo Luis Sazo Rodríguez, profesor asociado de la U. de Chile, es una autoridad en materia de lobesia. Él estuvo en el equipo a cargo de confirmar la presencia de esta plaga en Chile, participó en el diseño de los planes en las dos primeras temporadas y es uno de los ocho expertos extranjeros que participan en el Technical Working Group de lobesia en California, además de asesorar a productores locales.
Su opinión es que el programa que se ha realizado en los predios donde la plaga está presente no ha sido el adecuado, ya que las alternativas que existen no son lo suficientemente eficaces.
Para ilustrar esa visión comenta el planteamiento que una empresa vitivinícola hizo en una reunión con las autoridades. “Nos dijeron que faltaban equipos para hacer un tratamiento oportuno, los compramos; nos dijeron que estaban mal calibrados, los calibramos; hicimos los tratamientos en los momentos que nos indicaron, usamos las alternativas que nos autorizaron, y nunca habíamos tenido más lobesias que este año. Díganme, en qué me equivoqué’… Cuando escuché eso me quedó claro que el problema no era de aplicación ni de la oportunidad del tratamiento”, afirma Sazo.
Desde un punto de vista técnico, el entomólogo cuestiona que se realicen solo dos aplicaciones de plaguicidas en la segunda generación de la polilla, etapa que dura hasta doce semanas. “No hay ningún insecticida o combinación de ellos que aplicado dos veces en esa generación permita proteger efectivamente al racimo, porque es un período muy largo”, dice, y agrega que se podría agregar una tercera aplicación.
Pese a que responsabiliza principalmente a los productores de uvas viníferas por la propagación de la plaga, a quienes cuestiona por tener “una actitud poco responsable”, el presidente de la Asociación de Exportadores (Asoex), Ronald Bown, reconoce que en el diseño del plan “hubo un eventual error en el SAG”.
Esto, debido al cambio desde una política de erradicación establecida en el comienzo, a una de contención. “El error está en que tampoco se pudo contener la plaga. Por un lado, no se erradicó y, por otro, tampoco se contiene, por lo que hay un error de apreciación del SAG en el sentido de que con lo que estaban haciendo podían lograr contenerla”, afirma.
Efectividad de plaguicidas en duda
La lista de plaguicidas autorizados para el programa de lobesia en Chile considera 45 productos, compuestos por 25 ingredientes activos. En el plan estadounidense, en tanto, son solo 19 los químicos permitidos, con 14 ingredientes activos.
Esa diferencia es otro de los cuestionamientos que se repiten entre los especialistas, ya que sostienen que algunos no son efectivos, y justamente esos serían los más baratos.
El entomólogo Luis Sazo cuenta que las autoridades norteamericanas han evaluado junto con la U. de California la efectividad de los productos, concluyendo que “varios no tienen efecto, o es muy débil”.
Ante eso, plantea que uno de los puntos que debería revisar el SAG es la estrategia de manejo, “especialmente en el tema que dice relación con las aplicaciones y el uso de ciertas moléculas, lo que tiene que estudiarse y definirse mejor”.
Por su parte, el agrónomo Fernando Díez, quien asesora a productores de arándanos entre la IV y VIII Región, advierte sobre los programas de manejo que están difundiendo algunas exportadoras de berries, sobre los que dice “no tienen pies ni cabeza”. “En arándanos solo se podrían ocupar 12 de los ingredientes activos autorizados, pero las exportadoras no han estudiado sus efectos en arándanos, y también porque existen algunos como el bacillusthuringiensis, que es muy usado y efectivo, pero que solo funciona para el estado larval y lo están haciendo tirar donde la larva ya no existe”, explica.
Ante esta situación, plantea la necesidad de incorporar a todos los actores relevantes para la industria, para estudiar qué ingredientes activos se pueden usar eficazmente en arándanos y en qué estado de la plaga.
Débil Difusión de la información
Luis Sazo cuenta que una de las cosas que más le llamaba la atención en California eran los informes que presentaban los encargados de sensibilizar a la ciudadanía respecto del problema que representa la polilla.
“Lo difundían en los colegios y en todos los eventos públicos. Una señora iba al supermercado y le entregaban un bolso que tenía el logo con la lobesia, hasta los niños sabían qué era”, comenta, y estima que ese tipo de programas se necesitan en Chile.
Además, cree que se debe informar la situación de la plaga tal cual es. “No podemos vivir de rumores”, sostiene Sazo, añadiendo que “hay que decir que estamos en este problema, que tenemos que apoyar todos, porque va en beneficio del país. Eso es lo que ha faltado”, dice.
Por la misma línea va el enólogo jefe de la viña Calyptra, François Massoc. De acuerdo con lo que ha estudiado y lo que observa en la Sexta Región, plantea que será imposible erradicar la lobesia, por lo que la estrategia y los recursos deben centrarse en capacitar a los productores y enseñarles a monitorear. “Se les debe dar la posibilidad de tomar sus decisiones, porque para mí es de una arrogancia enorme que venga alguien de Santiago, que jamás se ha ensuciado los pies, a decirme cómo tengo que manejar mi viñedo”, dice.
A eso se suma el asesor Fernando Díez, a quien le cuesta entender por qué el SAG no partió hace cinco años capacitándose en Europa, donde la lobesia botrana está presente desde hace más de 200 años. “Se tiraron al abordaje diciendo que lo hacían bien, pero con un programa que es imposible de ejecutar”, puntualiza.
Descontrol en parrones caseros
Uno de los aspectos que se habría descuidado son los parrones caseros, típicos en las zonas más afectadas en uvas y donde se han encontrado focos en arándanos, entre O’Higgins y el Biobío.
Aunque el impacto de un solo parrón contiguo a una unidad de vides o arándanos podría parecer poco relevante, Luis Sazo recalca que es muy significativo. Así lo demostró un seguimiento que hizo el año pasado en el parrón de una casa particular, donde capturó 2.301 machos de lobesia entre comienzos de septiembre y mediados de mayo.
Con ese dato en mano, asegura que si el cuadro se repite en las casas colindantes con predios agrícolas, la polilla se va a comer los racimos en la primera generación, por lo que las siguientes van a buscar alimento en sectores contiguos, como viñas y arándanos. “Yo tengo claro que el arándano no es un hospedero permanente, sino que circunstancial, temporal, dada la presión que existe en el entorno”, asegura.
El presidente de Asoex, Ronald Bown, se muestra convencido de que este tipo de situaciones son las que explican la situación actual. “Según lo que dicen las ubicaciones de la planta, lo que ha afectado a otros cultivos, como los arándanos, ha sido la cercanía con las vides”, sostiene.
“Se está trabajando con el SAG en un plan maestro destinado específicamente a buscar la erradicación en al menos los arándanos”, agrega Bown.
Respecto de si existe riesgo de que esta plaga se extienda a alguna de las otras 40 especies que se han reconocido como hospederos secundarios -entre los cuales está el cerezo, para el cual ya existe una detección informada a las autoridades-, Sazo dice que esa posibilidad existe. “Si hay presión, la probabilidad de que se infeste fruta está”, recalca, aunque no espera que se establezca en forma permanente en berries o carozos.
Problema de tozudez
El enólogo François Massoc cuenta que desde 2009 ha librado una batalla con el equipo de control de la lobesia del SAG en la Sexta Región. El inicio del problema estuvo en que se les obligó a aplicar insecticidas en una viña orgánica, en la que no había presencia de la polilla, lo que lo llevó a revisar en detalle la información internacional disponible sobre la plaga, que hizo llegar en reiteradas ocasiones al servicio, sin tener respuesta.
“Mucho de esto se podría haber evitado si no hubiera primado el orgullo y la falta de juicio en gente que, éticamente, debió haber llevado mis inquietudes a nivel central, ya que llevaba cuatro años avisándoles (los eventuales errores en el programa y la posible propagación)”, dice.
Este tipo de inquietudes es otro de los obstáculos que los expertos mencionan para controlar en forma efectiva a la polilla.
El agrónomo Fernando Díez plantea: “No vamos a solucionar el problema de raíz mientras no reconozcan que están mal enfocados en la solución que están tratando de implementar. Yo creo que la tozudez es lo que ha llevado a que esto se escape de las manos”.
El entomólogo Luis Sazo tiene una visión similar. Dice que su intención no es decirle al SAG qué tiene que hacer, pero estima que es necesario revisar el programa actual. “Tienen que hacer un estudio más riguroso para saber dónde están los puntos críticos y qué se puede hacer mejor. Yo creo que lo van a descubrir rápidamente y eso hay que replantearlo, definitivamente”, concluye.
25% ha crecido el número de predios con detecciones de lobesia esta temporada, llegando a 2.080 unidades.
22.719 trampas están operativas, de las cuales hay 1.895 en “hospederos bibliográficos”, como los arándanos.
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