Miguel Agustín Torres lleva cuatro días en Chile y en unas horas vuela a Brasil, la última parada de un viaje de tres semanas en las que visitará cuatro países.
Llegado el momento de las fotos, pide una copa de vino.
“Es lo que vendo”, comenta el activo hombre de 72 años, presidente del grupo Miguel Torres, empresa familiar que nació como una bodega formada en Cuba por Jaime Torres, quien luego regresó a su España natal donde fundó, junto a su hermano, “Torres y Compañía”. Hoy, la empresa factura 230 millones de euros anuales, tiene una planta de 1.300 trabajadores y está en 160 países, incluido Chile.
Para el enólogo y viticultor, el vino -y el grupo que preside- es su pasión a la que dedica casi todos sus días. Casi.
“Con mi mujer nos tomamos unas vacaciones al año, generalmente a un destino exótico. Y tenemos una norma: solo el último día puedo hacer negocios. Entonces, ese día salgo disparado a ver distribuidores, y visitar supermercados. A veces he conseguido pequeños mercados que luego ha seguido la gente de la empresa”, cuenta riéndose.
Para él, el vino “es una pasión” y la forma de posicionarlo es “haciendo un vino de calidad, hablando inglés y subiéndose al avión”.
Por eso es que por estos días Torres está aprendiendo ruso. “El ideal es hablar a lo menos otros dos idiomas, además del inglés. Intenté con el chino, pero después de dos años lo dejé, pues es muy complejo. Japonés hablo hace años; el alemán, bueno, lo hablo pues mi mujer es alemana… Es muy bonito poder comunicarse con la gente, aunque sea con algunas frases. La gente agradece que uno se haya tomado la molestia”.
Y, la próxima semana, tras pasar por España, tomará el avión a Londres para participar como expositor en la “Wine Vision”, donde expondrá sobre el futuro del vino.
-¿Cómo se proyecta el vino este año a nivel global?
-En el hemisferio norte, especialmente en España, la producción está aumentando mucho. En España todavía no se han cerrado las estimaciones de cosecha, pero va a estar por encima de los 45 millones de hectolitros, muy superior al año pasado. Sobre todo en La Mancha, la principal región productora, donde la producción ha aumentado en 30% o 40%. Francia e Italia tienen un poco menos de cosecha, aunque es pronto para dar cifras. Recién han terminado de vendimiar y hay que esperar para tener información más concreta.
-¿Y en cuanto a precios?
-Los del vino a granel ya han bajado y me parece que esa tendencia se mantendrá, pues la baja de Italia y Francia se compensa con el aumento de cosecha de España. Los precios de los vinos embotellados han llevado otra tendencia.
-En los últimos años en Chile viene creciendo fuerte la tendencia de vender a granel ¿cómo puede esto afectar al país?
-Creo que pueden coexistir las dos cosas. En España hay productores y exportadores de granel muy importantes, por ejemplo en Valencia y en La Mancha, que mandan a países como China. Se exporta mucho vino a granel a Italia y a Francia, por ejemplo.
-En Chile, productores de uva premium, al no obtener precio, apuestan al granel. ¿No es un riesgo para el posicionamiento a nivel internacional?
-El vino a granel desde el momento que sale de Chile pierde su identidad, es decir, no hay imagen.
-¿Hacia dónde debe ir el vino chileno?
-Bueno, algo que es importante en la cadena de valor es tener presente al viticultor. Hay que motivarlo. A veces he escuchado que están complicados con los precios del mercado, que no pueden pagar ni siquiera sus costos. Esto tiene que superarse. El viticultor ha de poder defenderse. Y esto es en beneficio de todos. En beneficio de la calidad del vino, en beneficio de las viñas. Creo que a veces hay una tendencia a pensar shorter; es decir, si se puede comprar barato entonces obtenemos un beneficio extra. Pero en el mundo del vino todos sabemos que las decisiones son de largo término. Por lo tanto, no conviene dejarse llevar por criterios financieros, más típicos de otro tipo de empresas.
El mundo del vino, aunque no sea una empresa familiar, debe tener este criterio de largo término y saber que el viticultor también tiene derecho a ganarse la vida.
-¿Qué se debe hacer para conseguir identificación?
-Creo que es muy conveniente el enoturismo. Cuando un turista tiene una experiencia vinícola, se produce la emoción, aparte de tener el contacto directo con el productor. Ver la cordillera, la viña, probar un muy buen vino. Todo eso produce una emoción que la gente no olvida y que posiciona al vino y lo valora mucho más.
Creo que en Chile lo están haciendo muy bien. Hay firmas que han tenido una política muy acertada en cuanto a márketing.
-¿Cuál es la estrategia para posicionar un vino?
-Viajar. Mi padre, cuando nos preguntaban cómo había que hacerlo para exportar, decía: “Mire, hay que hacer un buen vino, hay que hablar muy bien el inglés y hay que coger el avión”. No siempre hay que ir a vender a Estados Unidos. A lo mejor hay que ir a vender a Ucrania o a otro país.
-¿Es una opción para una viña pequeña, por ejemplo?
-No es difícil. Mi padre lo hacía, yo lo he hecho. Llegas a un mercado desconocido y le preguntas al director del hotel qué importadores recomienda. Los vas a ver y a lo mejor, si prueba tu vino y le gusta, le colocas unas cajitas. Ahora, claro, te has de poder comunicar. Y hay que invertir en el viaje. Esta vez, además de Chile voy a visitar tres países de América Latina, y ahí yo voy, me arremango y voy a ver el mercado. Voy a ver los restaurantes y los supermercados, pregunto y veo los precios. Luego van los vendedores, pero yo quiero saber qué pasa. El presidente de la compañía tiene que estar informado de primera mano.
-¿Cuáles son los desafíos para la industria global?
-Uno de los temas es tener un reconocimiento universal de que el vino es saludable tomado con moderación y que de una vez por todas se separe del alcohol. No puede ser que en algunos países obliguen a poner en las etiquetas que el alcohol es perjudicial para la salud. El vino se toma con moderación con los alimentos, con los amigos, con la familia. Es un estilo de vida. También está el tema del proteccionismo y de los impuestos proteccionistas. Pienso que los impuestos a nivel de la Unión Europea debieran irse homologando.
-¿Cuál cree que es la proyección de China para el vino?
-Estamos con distribución en ese país y prácticamente lo cubrimos completo. Pero tampoco es el paraíso del futuro, porque los chinos ya son el tercero o cuarto productor de uva del mundo. Ya tienen 500 mil hectáreas de viñas. Están importando vino a granel, pero a mediano plazo van a empezar a trabajar sus vinos y a tratar de venderlos al extranjero.
-¿Cómo debe enfrentar la industria el cambio climático?
-En Chile, las viñas estamos haciendo un grupo llamado Sustainable, por la sustentabilidad. En España estamos creando el grupo Winery for Climate Protection, que va a estar listo a fines de año. La diferencia es que para entrar tienes que invertir firme en energías renovables y en la reducción de la huella de carbono. Es decir, no basta con hacer los deberes burocráticos, sino que invertir activamente.
El vino también contamina. Una botella de vino promedio usa entre uno y dos kilos de carbono. Entonces, hay que cambiar, la viña debe dejar de ser contaminante y pasar a ser receptora de CO2. Las industrias tenemos que hacer un esfuerzo por bajar la huella de carbono.
-¿Qué proyección pueden tener los vinos orgánicos?
-Tienen que evolucionar tomando en cuenta los escenarios del cambio climático. Es decir, un productor de vino orgánico lo que hace, básicamente, es hacer la viticultura del abuelo. Bien, hoy en día el escenario es muy distinto y, por ejemplo, en Cataluña vamos a hacer una reforma y los postes de la viña no van a poder ser metálicos, sino que de madera, porque esta absorbe CO2.
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