A fines de enero en Paine se elige la sandía más grande. El evento en época estival se ha convertido en una tradición y cada año son cientos los turistas que llegan a la zona entusiasmados por degustar al menos una tajada de la jugosa fruta. Lo que pocos saben es que esa sandía es producto de un largo y costoso proceso, que comenzó mucho antes que el agricultor la sembrara, y detrás está Monsanto.
Santa Amelia. Ese es el nombre de la semilla que se convirtió en un éxito y surge como un híbrido. En Chile la compañía vende semillas de hortalizas, vía Seminis obteniendo ingresos cercanos a los US$13 millones con una participación de mercado que ronda el 37%. Además de esta área, la empresa elabora semillas transgénicas de maíz, canola y otras hortalizas, pero que son comercializadas en otro país.
Pese a ello, Chile sigue en una contradicción. Si bien está prohibida la venta de estas semillas, nos alimentamos de animales que a su vez lo hicieron con productos transgénicos.
En Chile existe una paradoja. Si bien se puede sembrar semillas transgénicas no se pueden comer esos productos. Sin embargo, comemos animales que han sido alimentados con granos transgénicos. ¿Por qué ocurre esta contradicción?
Chile está siempre peleando el tercer o quinto lugar como el mayor productor de semillas en el mundo, porque Chile cuenta con cualidades geográficas que lo convierten en una isla fitosanitaria. Por lo tanto, cuando tengo un lugar como este y que viene libre de enfermedades se transforma en un lugar muy rico. Hace un tiempo se comenzó a producir semillas transgénicas con un protocolo. Por ejemplo, para obtener semillas de maíz siembro y luego cosecho el choclo, y en vez de comerlo, lo seco hasta un porcentaje de humedad y le saco ese grano, convirtiéndolo en semilla. Luego viene el SAG y el compromiso es que no quede ningún rastro.
¿Esta discrepancia ocurre porque no existe una normativa que la pueda zanjar?
-Como país tenemos una superficie arable muy reducida en comparación con otros países. Al otro lado de la cordillera hay millones de hectáreas. Por lo tanto, el costo unitario de producir un kilo de maíz en Argentina va a ser siempre mucho menor que hacerlo acá. Vale decir, si soy un demandante grande de grano, lo puedo comprar en cualquier parte, porque es un insumo que me pega muy fuerte en mi estructura de costos, y la paradoja es que no se regula la entrada de esos productos. El Corn Flakes viene de Estados Unidos, donde hay más de 40 millones de hectáreas transgénicas. ¿Usted cree que alguien regula que ese Corn Flakes que es un maíz deshidratado, seco con azúcar no sea transgénico? y ¿hace cuánto tiempo pasa esto?
¿Qué planes de expansión tiene en carpeta Monsanto?
-Tenemos contemplada la inversión en ensayos en líneas parentales. Nosotros ocupamos Chile para hacer muchos ensayos para líneas parentales. La inversión de este proyecto ronda los US$8 millones en tres años. Será una combinación entre híbridos y transgénicos, básicamente para testear resistencia a sequías. El problema del agua afecta al mundo y que empresas como Monsanto tengan líneas de producción muy aceleradas en determinar variedades que con 60% te entregan el mismo rendimiento es muy importante.
¿Ya tendrían demanda?
-Imagínate. Hay que pasar una serie de protocolos, pero hay zonas semiáridas del mundo que podrían pasar a jugar.
¿Cuán beneficiosa sería una ley que permita elevar la producción?
-Desde el punto de vista del negocio, Chile es un mercado de 100.000 hectáreas de maíz. En Argentina tienes 20 millones de hectáreas, en Brasil 36 millones y en Estados Unidos 66 millones de hectáreas. En realidad a ojos de la industria, Chile es un mercado que no existe. Para Monsanto o cualquier otra compañía que esté en el negocio de los transgénicos, Chile no mueve el termómetro ni para arriba ni para abajo.
Hoy se discute la ley de obtentores vegetales, el proyecto amplía la propiedad a empresas que trabajan con semillas.
-¿Qué cualidad destaca de esta normativa?
-La UPOV lo que hace es proteger la propiedad de variedades no transgénicas o transgénicas, pero no tiene una relación directa con los transgénicos. Si yo mañana desarrollo una variedad X y estoy normado bajo la UPOV, me atrevo a venderla porque sé que alguien me protegerá si me la quieren piratear.
- ¿Por qué Monsanto genera tanto rechazo de parte de algunos sectores?
-Para mí es una preocupación. A nadie le gusta que se le diga lo que se dice. Cuando uno lee lo que se dice sobre Monsanto, concluye que el grado de desinformación no es grande, es abismal. Allí es cuando uno dice: tendremos la responsabilidad, pero como industria. La tecnología no es de Monsanto. En Chile hay cuatro actores como nosotros que peleamos día a día.
- ¿Esa desinformación abismal afecta también a los sectores políticos?
-Te insisto. Aquí ya hay una normativa que es la UPOV 78, después Chile firma un tratado con Estados Unidos y entre las exigencias viene la UPOV 91. ¿Cuál es la gran duda que hay aquí?, cuando en las noticias sale que se llevan detenidos a los que hacían discos piratas en el Persa Biobío nadie se sorprende. Pero cuando alguien se lleva una semilla que requiere un inmenso trabajo todo el mundo se sorprende.
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