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Que la carne y los elaborados cárnicos constituyen una fuente de nutrientes fundamentales en una dieta variada, equilibrada y completa, y se integran perfectamente en los patrones de alimentación saludable de todo tipo de personas, es algo que cualquier consumidor informado conoce de sobra.

Los productos cárnicos tienen cualidades nutricionales muy destacables que en muchos casos no se pueden encontrar en otros alimentos. Son ricos en proteínas de alta calidad y vitaminas (del grupo B y A) y minerales esenciales como el zinc, fósforo y hierro, que tienen una alta biodisponibilidad en la carne, algo que no ocurre en otras categorías de alimentos, especialmente en el caso del hierro.
Como dictan los profesionales de la nutrición y el sentido común, la mejor estrategia para reducir el riesgo de padecer cualquier enfermedad crónica que tenga su causa en múltiples factores, es tener una alimentación variada, equilibrada y moderada, aumentar la actividad física y mantener un peso corporal saludable, así como controlar la presión arterial y los niveles de colesterol. Es decir, comer de todo, con moderación y llevar un estilo de vida activo.
Estos comentarios vienen al hilo de las noticias aparecidas días atrás en numerosos medios de comunicación con llamativos titulares que afirmaban que “Comer demasiada carne roja, especialmente aquella que ha sido procesada, nos puede acortar la vida”, según los resultados de un estudio ‘observacional’ hecho público. Y nuevamente el sector cárnico ha tenido que salir a lamentar el perjuicio que pueden ocasionar las informaciones con falta de rigor basadas en este tipo de estudios que distan mucho del rigor científico que han de definir los estudios experimentales.
Esos estudios observacionales buscan encontrar una relación entre ciertos hábitos de vida o de consumo y enfermedades o riesgos de mortalidad, y por tanto comparan la relación de un determinado hábito con una patología, pero no pueden tener en cuenta el resto de hábitos que pueden incidir también en esa patología. Factores como la alimentación, el grado de actividad física, la carga genética de un individuo o el consumo de tabaco, entre otros, se interrelacionan unos con otros de tal forma que es imposible diferenciar realmente una causa única. Esta es una de las principales limitaciones para interpretar los resultados de estudios como el publicado. Como señalan numerosos expertos en nutrición, es imposible separar estos factores de riesgo y establecer causa y efecto a partir de un estudio de este tipo.
Estos estudios omiten lo más básico de una experimentación científica, que es conocer las causas; y por ello, cualquiera con sentido común puede preguntarse por qué consumir alimentos sanos puede estar relacionado con un mayor riesgo de enfermedad o mortalidad, salvo que se abuse de ellos, como de todo.
Por ejemplo, en el análisis de los resultados de este estudio, el consumo de elaborados cárnicos se asocia con el consumo de tabaco y, además, el riesgo de mortalidad es significativamente más elevado en el grupo de fumadores. Dado que ambos factores coexisten y la metodología del estudio no permite analizarlos de forma independiente, no se puede afirmar que la mortalidad obedece al consumo de elaborados cárnicos.
Precisamente, el propio estudio indica en sus conclusiones que eliminar el consumo de carnes y productos elaborados es un factor de riesgo de sufrir deficiencias nutricionales, reflejando cuando “se ajustan los factores de riesgo” en el modelo utilizado que restringir estrictamente de la dieta su consumo está asociado a un mayor riesgo de mortalidad en la muestra analizada.
El estudio está basado en grupos de 23 centros repartidos en 10 países europeos con hábitos de vida y especialmente de alimentación muy diversos. Especialmente en el caso de los elaborados cárnicos, existen grandes diferencias en la composición de los productos dependiendo del país. En este sentido, es también preocupante que algunos de los expertos involucrados en el estudio, al ser entrevistados por algunos medios, hablan de cantidades de consumos medios de carnes en la población española escandalosamente alejados de la realidad, como un mero par de multiplicaciones y el contraste con los datos oficiales del Ministerio de Agricultura y Alimentación dejan patente.
La clasificación de los distintos tipos de carne es también inexacta y hay que indicar que la diferenciación de carnes rojas y blancas prácticamente no se utiliza en la actualidad. Lo correcto sería clasificar a las carnes en magras y grasas y, de esta forma, poder establecer diferencias en cuanto a la composición nutricional de las mismas. En el estudio se incluye dentro de las carnes rojas a la ternera y al cerdo, cuando estos tipos de carne tienen piezas muy saludables con óptimo perfil nutricional.
Por ello, unir en un mismo titular informativo el consumo de embutidos, carnes rojas, enfermedad cardiovascular, riesgo de mortalidad, etc. provoca confusión y alarma entre la población y le transmite una imagen negativa de la carne y sus derivados muy alejada de la realidad, porque, volviendo al principio, el verdadero secreto está en tener una alimentación variada, equilibrada y moderada y llevar un estilo de vida activo y saludable.

fuente: blogs.cadenaser

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