El Instituto de Estudios Ambientales (ICAM) y la asociacion Antama, dos entidades firmes defensoras de la autorización y la extensión de los cultivos transgénicos, celebraron esta semana en Sevilla los 15 años de su producción en España organizando una jornada sobre estos organismos genéticamente modificados (OGMs) y su futuro.
Hablar de transgénicos siempre es polémico, aunque frecuentemente se ignora que aunque España es un país muy restrictivo con su cultivo, como toda Europa, vivimos rodeados de estos productos, bien en los alimentos o en otros bienes de consumo como la ropa.
En la Unión Europea sólo está permitido el cultivo de un tipo de OGM: un maíz aprobado en 1998 que se siembra en España, fundamentalmente en Aragón por los problemas de los agricultores con la plaga de taladro y del fuerte viento del cierzo, que destroza las plantaciones, y en otros países. Hace dos años también se permitió un tipo de cultivo de patata no destinada al consumo humano. Además se han autorizado algunos ensayos experimentales. Sin embargo, el mercado europeo sí permite la importación y el comercio de muchas clases de transgénicos, en buena medida destinados a la alimentación del ganado.
Aunque en España hay muchos recelos con el consumo alimentario de transgénicos en su utilización para la fabricación de ropa ni se conoce ni se rechaza de la misma manera. Es más, casi todas las prendas de algodón que compramos (salvo que proceda de España o Grecia, donde está prohibida su producción, o sea ecológico) proviene de unos cultivos con material trasngénico.
La polémica de los transgénicos en Andalucía se ha centrado siempre en el cultivo del algodón. De hecho es la única comunidad autónoma, salvo una pequeña zona de Murcia, donde se cultiva algodón y Grecia es su única competencia europea. Sin embargo un buen número de sus cultivadores vienen reclamando desde hace años la autorización de semillas transgénicas como garantía de productividad, sobre todo por su resistencia a unas plagas habituales como el heliotis o el gusano rosado. Organizaciones de agricultores como Asaja o Upa han insistido en solicitar a la Junta de Andalucía y al Ministerio de Agricultura que reclamaran la autorización dpertinente e Bruselas.
Tendencia ecológica
Ahora bien, en este tiempo en que el algodón ha sufrido vaivenes, a punto de desaparecer su cultivo en Andalucía por las duras condiciones impuestas en la última reforma comunitaria y renaciendo hace unos años por los buenos precios del mercado, la demanda también se suma a una moda que no tiene nada que ver con el diseño: el algodón ecológico u orgánico.
Esta tendencia en el consumo no ha pasado desapercibida en las grandes multinacionales, como la española Zara que no duda en realizar pequeñas ofertas en las que diferencia y pone en valor la procedencia orgánica del algodón. Se puede interpretar como un sondeo de mercado, ya que habitualmente la ropa de algodón suele estar confeccionada con variedades transgénicas procedentes de países como China, India, Paquistán, Estados Unidos o Turquía, pero el consumidor europeo cada día es más demandante de productos ecológicos.
También hay tiendas de camisetas de algodón orgánico, algunas de comercio justo, y una diversa oferta por internet. Intermon Oxfam, una ONG que se ha enfrentado en numerosas ocasiones al cultivo del algodón en Europa por recibir ayudas comunitarias y considerar que hacen la competencia a países pobres, también ofrece estos productos.
Un cultivo social
El algodón andaluz se encuentra en estos momentos en un punto intermedio. Libre de transgénicos, no ha dado el paso a lo ecológico por los problemas con las plagas y la disminución de rendimientos.
En la actualidad en Andalucía se contabilizan un total de 6.300 agricultores que siembran algodón en más de 140 pueblos a lo largo de la franja del Guadalquivir. Además, se generan más de 800.000 jornales en el campo, a lo que hay que añadir los empleos en desmotadoras (las industrias donde se procesa para extraer la fibra), transportes y empresas auxiliares.
Para esta campaña, la mayor parte del algodón se siembra utilizando la lucha integrada para hacer frente a las plagas y se utilizan muy pocos fitosanitarios. Eso sí, aún se utilizan agentes químicos como defoliantes (sustancias que permiten que caiga la hoja para permitir la recolección mecánica y que la fibra se ensucie poco) y aunque su cultivo tiene buena demanda internacional, no se puede considerar ecológico.
Precisamente por el hecho de que este año no se haya podido utilizar el defoliante habitual porque a Bayer no le convenía convertirlo en genérico, los agricultores andaluces se han encontrado con una fibra de algodón con un grado menor en el baremo de calidad en esta cosecha que en estos días está próxima a finalizar. La alta salinidad de los terrenos también parece que también hacen muy difícil el cultivo ecológico para conseguir la rentabilidad actual.
Ahora bien, pese a estas limitaciones los agricultores andaluces tienen su propia 'prueba del algodón': En breve se va a comercializar "miel de algodón", explica Miguel López, secretario general de Coag-Andalucía, organización que se ha opuesto siempre radicalmente a los trangénicos. "Pronto lo vamos a presentar públicamente. Esa es la prueba de que nuestro algodón es un producto que convive bien en el medio ambiente. Las abejas se acercan a nuestro algodón sin peligro y su miel se puede consumir con toda transquilidad", explica. Precisamente las mieles españolas y europeas se ven amenazadas en el mercado por otras de inferior calidad procedentes de terceros paises.
Ante todo esto, los defensores de los cultivos transgénicos se mantienen firmes en sus convicciones. "Una de las principales ideas que se han difundido en las jornadas de Sevilla es que estamos ante una cuarta ola de productos genéticamente modificados: el de los alimentos saludables", explica Daniel Pérez, director de ICAM. Recuerda que hace unos años hubo unas pruebas en el algodón en el Bajo Guadalquivir con buenos resultados de productividad y calidad y lamenta que la Junta se opusiera a su cultivo.
"Los transgénicos llegaron hace 15 años y han venido para quedarse. No se puede hacer competir al agricultor español, ni en algodón, ni maíz ni otros cultivos, en inferioridad de condiciones con el resto del mundo", concluye Pérez.
Fuente: elmundo.es
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