Hace poco, los bolivianos hemos sido testigos del enfrentamiento entre mineros asalariados y mineros cooperativistas, esta vez en Colquiri, con el saldo trágico de un muerto en un ambiente tenso de enfrentamiento entre hermanos de un mismo pueblo. Estos hechos nos interpelan, especialmente a quienes somos hijos de mineros y que de alguna manera hemos vivido parte de la gran historia de los mineros como “vanguardia de lucha del movimiento obrero” en el país. La historia muestra un movimiento minero que siempre ha estado unido en la lucha por sus derechos pero también en el cuestionamiento y planteamiento de alternativas a la estructura social, económica y política injusta en nuestro país.
Ahora el panorama ha cambiado, sin embargo la realidad es demasiado compleja para quedarnos con el simple llamado de unidad a hermanos de un mismo pueblo. Estos enfrentamientos nos llevan al cuestionamiento sobre las bases de la economía extractivista en nuestro país, ¿qué tan fuertes y sostenibles son? Respecto a la minería, la historia nos da algunas respuestas: Los lugares donde hubo o hay recursos minerales siguen siendo pobres – y eso, sin siquiera mencionar a los muertos por accidentes o silicosis y la fuerte contaminación ambiental-; la minería genera ingresos económicos pero no precisamente riqueza ni desarrollo. Es por ello que, si bien no se puede ignorar a la minería como alternativa de generación de ingresos económicos, es necesario apostar por la diversificación de nuestra base económica, invirtiendo en otras alternativas más sostenibles, como por ejemplo la agricultura.
Muchos mineros han sido o son agricultores al mismo tiempo, por ejemplo en el Norte Potosí, una zona de gran potencial minero, donde seis de cada diez mineros se dedican a la agricultura por lo que muchos se denominan “agromineros”. Pero la agricultura en lugares como en el Norte Potosí parece haber quedado estancada, por ello no es raro ver a comunarios de la zona de Mallku Qhota (en el Norte Potosí), defender con “uñas y garras” el potencial minero del lugar. Es entendible. El potencial agropecuario, especialmente de lugares áridos como la puna (que son precisamente regiones mineras), no se lo valora ni impulsa, y dedicarse a la agricultura en esas zonas parece ser signo de perpetuación en la pobreza.
La agricultura constituye una alternativa económica importante, cuando se invierte en ella y se la potencia, cuando se practica la agroecología y cuando existe mercado; pero la realidad en este momento no es alentadora en este sentido, por lo tanto, vemos a hermanos del lugar aferrados a los recursos minerales, situación que incluso los lleva al enfrentamiento.
Sin embargo todavía quedan esperanzas; más aún en un gobierno llamado “de los movimientos sociales”, (¿también de los movimientos campesinos, agroecológicos y agromineros?). Esa consigna será real cuando estos movimientos sientan que las bases de su economía están fuertes y que los conducen de manera sostenida al “Vivir Bien”, sin la necesidad de recurrir al enfrentamiento, sin la necesidad de dañar su salud ni el medio ambiente.
Fuente: opinion.com.bo
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