Aunque piden liberar el mercado, el cereal alcanza volúmenes récord y crecientes de exportación, con ingreso de divisas histórico.
Para los grupos CREA el maíz es “un cultivo jaqueado desde distintos frentes”. La Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola asegura que “en los últimos años, la producción nacional está estancada”.
Dicho amesetamiento de la producción se ubica entre 20 y 24 millones de toneladas, aunque ese volumen de producción representa entre 5 y 9 millones de toneladas más de lo que se producía hace diez años, en la campaña 2002/03.
La preocupación de los empresarios CREA es que “no se puede concebir una agricultura sostenible en la Argentina sin la fuerte presencia del cultivo de maíz en nuestras regiones productivas”.
Sin embargo “conscientes de que nuestro cultivo estrella es la soja, y convencidos que la combinación maíz-soja es una sociedad que apuntala la sostenibilidad de nuestros planteos, los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) consideran fundamental analizar qué está frenando el desarrollo del cereal”.
Los CREA aseguran que “en los últimos años, en la Argentina se nota una tendencia al estancamiento de la producción global de maíz, a pesar de que la demanda internacional muestra un comportamiento vigoroso” como lo muestra el gráfico I.
Durante la década del 90 y principios de 2000, la relación de área sembrada entre la soja y el maíz era de 2 a 1. Pero “hoy se observa que la brecha se está ensanchando en detrimento del maíz a una proporción de 4,5 a 1. Es una situación no sostenible en el largo plazo para nuestros planteos agrícolas”.
Hay que señalar que la supremacía de la soja sobre el maíz en la Argentina no difiere en absoluto de lo que pasa en otros países de la región como Paraguay, Brasil y Uruguay.
En esos países y la Argentina, la superficie sojera creció un 62% entre 2001 y 2011. En Brasil la superficie implantada con la oleaginosa creció un 53%, en Argentina un 60%, en Paraguay un 131%, pero fue en Uruguay donde se batió el récord.
Allí la soja pasó de cubrir una superficie de cerca de 29 mil hectáreas en 2001 a poco casi de 855 mil en 2011, es decir que se multiplicó por 30 la siembra.
Al mismo tiempo en nuestro país el área sembrada de soja entre 2001 y 2012 creció 72%, mientras que la de maíz un 99,2%, la de sorgo un 96%, y la de cebada casi un 600%, por mencionar algunos de los cultivos que ampliaron la superficie.
Para los CREA en tanto el cultivo no debería estar “estancado”. El cereal “cuenta con el conocimiento necesario en todos los eslabones de la cadena como para revertir el proceso de estancamiento sin necesidad de intervenciones o políticas activas”.
Por eso recomiendan “dejar fluir los mercados, como así las fuertes inversiones en investigación y desarrollo que se vienen realizando, y contando con un sistema impositivo que no grave en función de la producción sino de la renta, se podría cambiar esta tendencia que viene acentuándose año tras año”.
Los empresarios observan con “frustración” que “se escapa una gran oportunidad para generar riqueza y empleo, mientras nuestros competidores –por ejemplo Brasil y Ucrania- ocupan los lugares que dejamos vacíos”.
También es contundente la evolución de la exportación de maíz de los últimos diez años, tanto en volúmenes como en divisas, debido a una mayor productividad del cereal, con “rendimientos crecientes” sostienen los CREA, que en los últimos veinte años alcanza a un 2,7% anual acumulado.
Pero las mejoras en eficiencia productiva no se dan por sí mismas, aclara la Asociación. “Todo lo contrario: la inversión en investigación, mejoramiento genético y biotecnología a nivel nacional es la que apuntala las tecnologías y las pone a disposición de los productores”.
De allí que los empresarios esperan contar con investigación en Argentina, porque “no se puede esperar que científicos y mejoradores de otros países resuelvan problemas fitosanitarios endémicos locales, como puede ser el Mal de Río Cuarto, cuando esa enfermedad está presente sólo en nuestras latitudes”.
Lo mismo puede decirse del mejoramiento genético adaptado a cada región y a cada tipo de demanda “según necesidades particulares de cada ambiente productivo de nuestro país”.
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