La suba de costos complica los sistemas de carne y leche. Los expertos aconsejan un diseño del negocio ágil y alta eficiencia en cada proceso
Los productores argentinos de carne y leche son expertos en la adaptación de estrategias según el contexto. Cada zona y cada campaña tiene sus particularidades y secretos de acuerdo a la variación de precios, costos y clima, pero hay una tendencia que se mantiene hace varios años y se hace cada vez más necesaria: la sintonía fina en la producción de forraje. Por eso, y más allá de la coyuntura, lograr la mejor interacción del suelo, el agua y las semillas dejó de ser un objetivo exclusivo de los agrónomos en los cultivos agrícolas, para convertirse también en una obsesión de ganaderos y tamberos de punta.
Hugo Quattrochi, asesor de tambos líderes de la zona de Tandil, en el centro de la provincia de Buenos Aires, dice que aunque cambien las estrategias y los riesgos que cada uno está dispuesto a asumir, el objetivo de las empresas del sector sigue siendo producir la máxima cantidad de forraje y combinarla con concentrados para transformarla en leche.
“Para esto, en los próximos años, el foco estará en diseñar rotaciones y usar la mejor tecnología de insumos disponible”, explica en diálogo con Clarín Rural.
Y agrega: “El diseño de rotaciones forrajeras de alta productividad, que combinen especies anuales para pastoreo y silaje, seguirá atrayendo el interés de los sistemas productivos, pero desde una perspectiva en la cual la sustentabilidad ambiental y sus consecuencias sobre el suelo no sean negociables”.
El diseño de rotaciones obliga a los tamberos a sacar la cabeza de la sala de ordeñe y caminar sus campos. El análisis de suelos y la clasificación de ambientes son hoy necesidades básicas. “Tuvimos que especializar las rotaciones forrajeras según ambientes y hacer sintonía mucho más fina en la agricultura forrajera. Destinar los recursos a los ambientes en los que se dan mejor, repensar cómo enfrentaríamos los períodos de déficit, pensar qué rotación iba a dar las reservas suficientes para un tambo de dos vacas por hectárea y cuál permitiría pasar un verano seco en un tambo en el que el objetivo es sacar entre 25 y 27 litros por vaca y por día según cuánto valga el grano y cuánto valga la leche”, resume Quattrochi desde un lote de alfalfa al pie de las sierras.
Marcelo Acosta, productor ganadero de la localidad de General Pirán, en el este de Buenos Aires, coincide con Quattrochi y dice que hay que hacer un balance forrajero para conocer realmente la carga que puede recibir el campo.
“Primero debe conocerse bien el suelo, ponerle la pastura que necesita y la nutrición que necesita -la fertilización- para que pueda expresar su máximo potencial”, dice. Acosta considera que la base pastoril es la clave en los sistemas ganaderos, “porque el pasto sigue siendo lo más barato que tenemos para producir carne, más allá de la necesidad de suplementar y tener reservas a mano”.
Por su parte, Quattrochi dice que durante los últimos años, junto a los productores a los que asesora en Tandil, probó alfalfas de grupos más largos, nuevos maíces, caracterizó los suelos y también reunió información sobre el almacenamiento de agua en cada sector, entre otros datos fundamentales para repensar la estrategia de producción de forraje en función de la variabilidad climática y la evolución de los sistemas.
Luego, aclaró que en cuanto al aprovechamiento del forraje, que es el otro factor clave de la intensificación productiva, no hay con qué darle a un buen diseño global del sistema. Se debe encontrar la carga adecuada en función de los objetivos de producción, el tipo de vaca y la rotación justa. “Definiciones como carga comparativa, distribución de la demanda y planificación de déficit y excedentes estacionales, entre otras, serán el punto de partida imprescindible para luego aplicar con éxito cualquier tecnología de procesos relativa al aprovechamiento de forraje por pastoreo directo o reservas”.
En este sentido, Acosta dice que él aún ve muchos campos en su zona que no están desarrollados, y que los productores deberían focalizarse en ese aspecto antes de pensar en la suplementación. “Es clave ir proyectando hacia adelante cuánto se va a sembrar y cómo se va a sembrar. La semilla tiene que estar un mes antes en el campo y debe ser enviada a analizar. Además, ahora ya tiene que estar decidido qué lotes se van a quemar en el invierno para no mantener pasturas que se pueden volver tóxicas y, también, con qué lotes se van a hacer reservas”, afirma. Luego, remarca la importancia de planear una interacción de cultivos que evite la propagación de malezas. “Yo, por ejemplo, después de tener festuca en un lote hago un maíz RR y me ahorro muchos problemas”.
Al momento de decidir la composición de las dietas en años con algún tipo de déficit, Quattrochi brinda algunas recomendaciones. “El primer ajuste es variar la proporción forraje/concentrados en los rodeos de baja producción tratando que los rodeos de alta producción mantengan buenos picos. Si se nos pide seguir ajustando, cambiamos la calidad de los concentrados en los rodeos de baja producción. Después, cambiamos la calidad de los concentrados para todos los rodeos manteniendo la cantidad y, por último, si es necesario, cambiamos la cantidad en los rodeos de alta producción. Si logramos malos picos de producción en las vacas de parición de otoño estamos hipotecando la producción de todo el año”, explica.
La receta está clara. Si se conoce el ambiente y se hacen las rotaciones adecuadas, ni la variabilidad del clima ni la volatilidad de los precios debería provocar grandes volantazos en la estrategia de las empresas. La producción de carne y leche es, hoy más que nunca, una actividad agrícola.
Fuente: Clarin
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