La Patagonia comienza a rendirse ante la tecnología y hoy es posible extender los límites productivos de la tierra hasta esas regiones dominadas por el sol, el viento y el frío.
Neuquén ya tiene sembradas 300 hectáreas de maíz sistematizadas; en Río Colorado (Río Negro), el maíz comienza a plantearse como una alternativa a la alfalfa; en Chubut, la escuela agrotécnica de Gaiman ya produce cereales y confinadas superficies protegidas de Santa Cruz asoman con maíces de consumo casero.
La tecnología ya está. Después de dos décadas de investigación y desarrollo las compañías líderes de semillas ya cuentan con paquetes tecnológicos cuya difusión y empleo pueden transformar estructuralmente la región, aportando un valor agregado impensado para hoy.
Para los vientos que dominan gran parte del año, cortinas protectoras; para los suelos desnutridos de la región, elevar el stock nutricional y para el estrés de una tierra sedienta, conducir el agua y utilizar los sistemas de riego por aspersión.
Tecnología de avanzada en semillas, recursos para contrarrestar las características generales del ambiente y un manejo profesional de los recursos naturales que permita elaborar la historia clínica de cada lote. Todo está listo para cambiar la historia patagónica.
Pero, todo impulso innovador requiere instalar previamente un programa de largo plazo para perpetuar tales recursos naturales y acompañar así la evolución de nuevos cultivos que generarán recursos monetarios y financieros genuinos para las provincias y la región en general.
Nueva Zelanda tiene condiciones parecidas a las de la Patagonia y no sólo por su latitud. Su geografía de producción se extiende a lo largo de 268.000 kilómetros cuadrados, albergando 46 por ciento de superficie cultivable.
Allí, la producción se lleva a cabo en condiciones naturales desventajosas como el relieve quebrado casi permanentemente, baja fertilidad de los suelos, zonas con registros de lluvia que apenas alcanzan 600 milímetros y la determinante necesidad de regar para sostener la ecuación productiva.
Con esas condiciones naturales, Nueva Zelanda desarrolló un modelo en Oceanía de exportación de leche y lana tejida entre otros productos con valor agregado.
La Patagonia argentina se extiende con una superficie de 1.768.000 kilómetros cuadrados, debiendo aún definir el rango del potencial de áreas cultivables. Las características ambientales son similares y cuenta con recursos hídricos capaces de ser conducidos más fácilmente que en otras regiones del país.
Por la avanzada tecnología disponible en semillas, por la posibilidad de enfrentar las condiciones naturales y por las disponibilidades de aguas, es posible entonces, después de cruzar interconsultas entre profesionales de ciencias agronómicas, hidráulica y económicas, afirmar que de ahora en más la producción agrícola en la Patagonia no debería por qué tener un techo.
(*) PALESE es responsable del Servicio Técnico de Protección de suelos y Nutrición de cultivos de Nidera SA.
Fuente: rionegro.com.ar
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