El picudo algodonero es una de las principales plagas que acecha la producción en el noreste argentino. Técnicos del INTA Sáenz Peña desarrollaron un dispositivo nacional de captura masiva para su observación y control a base de feromonas. Una innovación sencilla de construir, de bajo costo y ambientalmente segura.
Ivan Bonacic Kresic -técnico del INTA Sáenz Peña y creador de la innovación- destacó la efectividad de la nueva trampa de observación mata insectos (T.O.M.I.) desarrollada con materiales nacionales que “controla y erradica una plaga mediante el uso de feromonas sintéticas atrayentes y reduce la aplicación de métodos químicos masivos”.
Y aseguró que con el asesoramiento de técnicos del INTA -quien presentó la solicitud de patente y posee el título de modelo industrial- “cada productor puede construir la propia y sustituir, así, las trampas importadas”. Sólo se necesitan muy pocos materiales de plomería -un metro de caño de polipropileno, una cupla, un buje reducción, un tapón y un taladro- y algunas botellas de plástico descartables.
“Esta herramienta es muy efectiva para detectar el inicio de la infestación estacional de una plaga, sus variaciones y desaparición”, explicó Bonacic quien además indicó que esta información permite “orientar los métodos de control y verificar el éxito de las medidas de erradicación”.
Entre las numerosas ventajas de la innovación, Bonacic subrayó que es “ambientalmente segura” ya que el abrojo impregnado de veneno se encuentra dentro de la trampa y fuera del alcance de niños, animales de granja y otros insectos benéficos. Así, se reduce la utilización masiva de insecticidas y favorece el equilibrio biológico natural.
Atraído por feromonas sintéticas y el color de la trampa, el picudo algodonero es conducido el dispositivo de captura masiva diseñada para su detección, monitoreo y control.
Víctima de su propio instinto
De acuerdo con María Ana Sosa, entomóloga del INTA Reconquista, Santa Fe, “las feromonas son sustancias químicas oloríficas liberadas en el aire que, en el caso del picudo, es secretada por el macho y actúa como agente de agregación y atrayente sexual”. Son estas mismas las utilizadas para el seguimiento y control etológico de plagas.
Así, atraído por las feromonas sintéticas (Grandlure) y el color de la trampa, el picudo algodonero es conducido hacia un dispositivo de captura masiva diseñada para su detección, monitoreo y control. Una vez dentro, el insecto queda atrapado en el cilindro colector, donde entra en contacto con un insecticida y muere.
La estructura de la trampa es de plástico y consta de tres piezas desmontables: un tubo central que se une a un cono con contratapa, una tapa o cubierta y un vaso cilíndrico con tapón. El cuerpo central del dispositivo tiene perforaciones por donde emanan las feromonas, mientras que en el vástago central se encuentran las ranuras por donde ingresan los insectos. En el interior de la cámara de captura se encuentra el surtidor de insecticida que actúa por contacto.
La estructura de la trampa es de plástico y consta de tres piezas desmontables: un tubo central que se une a un cono con contratapa, una tapa o cubierta y un vaso cilíndrico con tapón.
Tan pequeño como dañino
El picudo algodonero (Anthonomus grandis Boh) es un insecto que se alimenta de los pimpollos de las plantas de algodón y provoca, así, grandes pérdidas económicas al sector. Su gran capacidad de reproducción, corto ciclo biológico y una excelente sobrevivencia exige una adaptabilidad del productor y un manejo de plagas avanzado.
Osvaldo Previale, presidente de la Asociación para la Promoción de la Producción Algodonera (APPA), subrayó que “se trata de una plaga que causa daños importantes y actualmente el control es medianamente efectiva. Existe un gran interés por parte del productor en lograr una producción rentable y eficiente”.
La gravedad del efecto de esta plaga no sólo se puede medir por su impacto económico, sino fundamentalmente por la pérdida de emprendimientos regionales que sirven de impulso a una cadena de valor de la agroindustria textil.
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