Frente a las necesidades de alimentación mundial y de conservación ambiental existen numerosos especialistas que consideran que el futuro de la agricultura se encuentra en las ciudades. A este concepto se le denomina agricultura vertical y su precepto básico consiste en producir frutas y verduras lo más cerca posible a su lugar de consumo y maximizar el uso del espacio a través de invernaderos urbanos. De acuerdo con un artículo del diario estadounidense “The Wall Street Journal”, esta idea de producción agrícola está tomando diversas formas, como la siembra en rieles o canales a lo largo de la fachada de un edificio en Suecia o el cultivo de vegetales en balsas flotantes en Chicago que se alimentan de los desperdicios de tanques de peces cercanos. De igual forma, en varios puntos de Estados Unidos están floreciendo varias granjas en las que los cultivos son rociados directamente con nutrientes, optimizando el uso de agua y disminuyendo el uso extensivo de tierra. Los promotores de la agricultura vertical argumentan que son muchas las ventajas que tiene este tipo de producción y que van desde las más básicas, como evitar la entrada masiva y constante de grandes camiones de transporte a las ciudades, hasta detener el uso extensivo de herbicidas y pesticidas, así como mitigar el cambio climático al preservar los bosques, evitando con ello su uso agrícola. De igual forma, al tiempo que se incrementa la producción de frutas y verduras en espacios cerrados con mayor tecnificación, también pueden disminuirse los riesgos asociados con las crisis climáticas y que tienen consecuencias graves en materia de abasto y de precios, como ha sucedido recientemente con la sequía que afecta a Estados Unidos. A decir del artículo, los principales impulsores de este tipo de producción son las organizaciones no lucrativas orientadas a la conservación ambiental y a la creación de empleos, las empresas que buscan desarrollar negocios locales y los gobiernos que pretenden incrementar la seguridad alimentaria de su población, como lo está haciendo actualmente Corea del Sur. Esta iniciativa, por supuesto, tiene sus detractores. En términos generales, establecen que actualmente no existe ninguna forma más eficiente para la producción alimentaria que la tradicional en el campo, principalmente por los costos adicionales que representa el desarrollo de invernaderos urbanos bajo un ambiente artificial. En particular, establecen que los requerimientos de iluminación para producción interior son de alto consumo energético y que, incluso, pueden llegar a cancelar los beneficios ambientales atribuibles al proyecto. A lo anterior deben sumarse los costos en tecnologías de riego y en infraestructura para la producción adecuada de alimentos en condiciones de sanidad y que cumplan con requerimientos nutricionales. Al respecto, una de las principales empresas desarrolladoras de este tipo de producción, la sueca Plantagon, establece que los retornos previstos compensarán esos costos, a la vez que los ahorros de energía serán mayores debido a que se utilizarán diversas fuentes alternas como el biogás proveniente de la basura orgánica. A decir de la empresa, los ahorros previstos en energía se estiman entre 30% y 50%. Si bien en México podemos todavía hacer mucho para aumentar significativamente la productividad en el campo tradicional, no deja de ser interesante conocer lo que están haciendo otros países para alcanzar la seguridad alimentaria.
Fuente: elporvenir.mx
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