AGRO 2.0

El cambio climático desafía la técnica agroecológica de la Comunidad Indígena de los Chortí.

Las tecnologías modernas difícilmente podrán encausar soluciones sostenibles desde el mercado sediento de activos. En estas situaciones límites, es recomendable girar las miradas hacia las reservas morales y tecnológicas que subyacen en las tradiciones ancestrales de nuestros pueblos nativos.

                   Alrededor de 40 niños, mujeres y hombres fueron desalojados ayer mediante orden de los juzgados de Letras en La Entrada, Copán. Familias de Chortí desalojados de sus tierras.

Tecnología agrícola ancestral maya chortí

Los chortís, en el territorio hondureño, son todavía un pueblo en proceso de reconstrucción identitaria. Lograron avances en la reconstitución territorial comunitaria, pero aún queda mucho camino por recorrer en la reconfiguración cultural, espiritual y sociopolítica. El proceso de mestizaje que vivieron y viven fue tan fuerte que, al igual que los otros pueblos indígenas en Honduras, casi el único denominador común que los caracteriza, por sus condiciones laborales, es el de ser campesinos empobrecidos.

Desde su organización y reconocimiento como pueblo indígena (1994), con el asesoramiento y ayuda de sus co hermanos/as chortís de Guatemala, vienen recordando y recuperando su idioma (a través de las escuelas bilingüe), su espiritualidad, su filosofía (cosmovisión), etc.

Observando y conversando con las y los chortís, sobre sus prácticas de crianza agrícola, saltan a la vista los siguientes elementos tecnológicos ancestrales:

Calendario agrícola lunar. Los chortís cultivan la tierra en fidelidad al calendario lunar. Así fue cómo aprendieron y sobrevivieron por más de 4 mil años, incluso a las inclemencias del tiempo.

Un anciano dice: “Para que haya buena cosecha hay que buscar buena luna para sembrar (3 y 4 días de luna, las mejores lunas para sembrar). 1 y 5 días malos. De 6 a 9 lunas también las mejores. Luna en crecimiento siempre es buen tiempo para sembrar. Los ingenieros nos dicen ‘Uds. siembran en la tierra no en la luna’, pero nosotros sabemos que la luna nos dicen cuándo debemos sembrar”.

Los granos básicos de la dieta alimenticia del chortí son el maíz y el frijol. Estos y otros productos se siembran dos veces al año (mayo y noviembre, en el caso del maíz). Pero en los últimos años, por los efectos negativos del cambio climático, el tiempo agrícola es errático. Pero, a pesar de estos cambios, el calendario lunar continúa definiendo el ciclo agrícola de las y los chortís.

Manejo de los pisos ecológicos. Por la topografía y las condiciones climáticas y pluviales del territorio ancestral chortí, la rotación de las tierras de cultivo estaba condicionada a la magnitud del invierno (lluvias).

Otro de los indígenas entrevistados nos comenta al respecto: “Cuando el invierno venía fuerte, se cultivaba en partes altas. Cuando el invierno era menos, se cultivaba en partes bajas. Cuando el clima es demasiado caliente, no hay cosecha”.

Esta tecnología ancestral era utilizada por el indígena cuando éste tenía la tierra necesaria para cultivar.

En estos tiempos en los que Honduras padece los efectos más crueles del cambio climático (inundaciones de áreas agrícolas y urbanas), el manejo de los pisos ecológicos, en base a la rotación climática de los suelos de cultivo, sería una posible medida de mitigación. Pero, para ello la tenencia inmoral de la tierra en el país tendría que ser redistribuida de manera más sensible.

Bio indicadores. Al igual que el resto de los pueblos indígenas, el agricultor maya tenía técnicas casi infalibles para identificar cuándo los tiempos eran buenos o peligrosos para cultivar y garantizar la producción. Hoy, los chortís aún cultivan sus insuficientes y cansadas tierras recurriendo a los signos que le transmiten los bio indicadores, sean éstos, plantas, animales, aguas o signos cósmicos.

En un taller sobre tecnologías ancestrales mayas, uno de los ancianos nos indica cómo sabe él que será un buen año: “Cuando el Irayol (planta) de la montaña está vestido (con follajes), prepárese que el invierno viene. Si unas plantas están vestida y otras no, entonces, así será el invierno, con lluvias entrecortadas. Cuando el mango produce en abundancia, es señal que será un buen año para cultivar.”

Otro de los participantes nos dice: “Cuando los ríos vienen y acumulan las espumas en los recodos y junto a las piedras, significa que se acerca la lluvia. Cuando las quebradas secas amanecen mojadas entonces, la humedad sube, entonces, prepárense para cultivar”.

Sobre los bio indicadores, también nos comenta una mujer indígena: “Cuando los pájaros amanecen cantando, las hormigas salen a las quebradas, los cerdos corren y se bañan en los charcos. Cuando los pájaros se encuentran fatigados es señal de que no hay suficiente comida.”

Algunos de estos signos continúan siendo determinantes en el calendario agrícola chortí. Aunque muchos de los bio indicadores se extinguen o cambian de lugar como consecuencia del cambio climático.

Cultivo diversificado. Los registros históricos indican que los monocultivos no fueron prácticas conocidas en las civilizaciones milenarias. Los mayas, al igual que muchas otras civilizaciones, practicaron siempre el cultivo diversificado de plantas, en docilidad con la vocación productiva de los suelos, para prevenir la esterilización de la tierra. Vestigios de esta tecnología se puede evidenciar en el siguiente testimonio de una maya en Guatemala: “Nuestros abuelos nos enseñaron a cultivar en las milpas colocando siempre un grano de frijol, junto a tres granos de maíz y otro de chile. Éste es un mecanismo de fertilización orgánica y uso de repelentes naturales contra los insectos. El frijol provee nitrógeno al suelo para nutrir al maíz, el chile ahuyenta a los insectos y la planta de maíz sirve de soporte para el frijol. Este es un sistema de vida agrícola con no menos de 4 mil años de antigüedad.”

En las parcelas y huertos familiares de las y los descendientes mayas en Honduras, hoy, aún se practica el cultivo diversificado con semillas nativas, y en algunos casos con abono orgánico. Aunque, por las aparentes comodidades las semillas “mejoradas” (manipuladas genéticamente), los abonos químicos y las herbicidas, ganan terreno entre los chortís.

Los monocultivos, promovidos por los intereses comerciales de consorcios multinacionales de granos básicos, están destruyendo, de manera acelerada, la fertilidad de las tierras de cultivo, contaminando las aguas y los suelos y diezmando la biodiversidad que garantizaba el equilibrio y la permanencia de la vida en el planeta. En estas condiciones, las milenarias tecnologías agrícolas de los mayas continúan siendo una propuesta vigente para el diálogo intercultural de saberes inter civilizatorios que estos tiempos nos exigen.

Mano vuelta. Es otra de las prácticas ancestrales que consiste en el trabajo colectivo recíproco, según las urgentes necesidades de las familias. En esta práctica no prima tanto el valor económico del trabajo, sino el sentido comunitario y la cooperación solidaria. Se va a trabajar a la parcela del vecino, no tanto esperando o exigiendo la retribución monetaria por el trabajo prestado, sino sabiendo que uno será correspondido de la misma manera cuando así lo necesite en su parcela.

El principio fundamental que orienta la práctica de la mano vuelta es la reciprocidad. En la filosofía indígena, en este caso maya chortí, todo tiende al equilibrio permanente. Este equilibrio se posibilita y garantiza mediante la reciprocidad: “se da y se recibe”. Si sólo se da sin recibir, o se recibe sin dar, entonces, se genera desequilibrio social, económicos, ecológico, cultural, etc. La reciprocidad no se agota en la actividad laboral.

Todas las dimensiones de la vida y de la existencia están tejidas por interrelaciones de reciprocidad para el equilibrio. A los santos y/o divinidades se les hace las ofrendas festivas sabiendo que las bendiciones recibidas de los santos serán abundantes.

Tenencia colectiva de la tierra. Todas las tierras que el pueblo maya chortí recuperó de los terratenientes (mediante el Estado) las posee y cultiva de forma comunitaria. Las tierras no pertenecen a las familias o individuos, sino al pueblo maya chortí, representado en su organización llamado CONIMCHH.

Este sentido colectivo de la tierra se enraíza en dos concepciones básicas que orientan y fundamentan la vida del indígena.

La consciencia de ser tierra. El o la indígena, muy en el fondo, se asume como tierra. Tierra que siente, tierra que ríe, tierra que llora, tierra que sueña y piensa. De esta consciencia nace el sentimiento de la pertenencia a la tierra. Por ello subsiste de manera implícita esta sentencia ancestral de: “la tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra”. Esto explica la facilidad con la que el o la indígena asume a la tierra como la Madre Tierra.

El sentido comunitario de la vida. El segundo elemento fundamental para el sentido colectivo de la tierra es la consciencia de pertenencia a la comunidad. Para el o la indígena nada existe fuera de la comunidad. Todo lo que existe coexiste, todo lo que coexiste subsiste formando y generando interrelaciones comunitarias. En el mundo indígena el individuo y sus intereses/aspiraciones se encuentran supeditados a los intereses de la comunidad. No se promueven, ni se premian los logros individuales, sino los comunitarios. No existe una identidad individual separada de la identidad comunitaria.

Estas y otras concepciones, presentes quizás más de manera implícita, orientan la consciencia colectiva de la tierra en el pueblo maya chortí. Por eso, una las autoridades jóvenes de CONIMCHH, en una reunión de conciliación de intereses individuales y colectivos sobre la tierra, sentenciaba: “Si permitimos la titulación individual de las tierras, ya no seríamos indígenas, pué.”

IV. Técnicas agrícolas maya chortís

A continuación se presenta, en un cuadro comparativo, la información recogida, entre agricultores maya chortís, sobre algunas técnicas de cultivo ancestral y lo que ellos practican en la actualidad.

No siempre aparecen todas las prácticas porque existe aún, y muy fuerte, el auto desprecio inconsciente a lo ancestral (fruto de siglos de colonización y procesos de mestizaje) y la auto censura, por la consciencia de pecado instalado, por la evangelización y la educación, en la psicología e individual y colectiva del indígena.

 Dimensión espiritual de la agricultura maya chortí

El o la indígena maya tiene una racionalidad ritual. Su vida en sí es un acto ritual y espiritual. De allí proviene su actitud tranquila, contemplativa y casi silenciosa en su entorno.

La espiritualidad cotidiana, incluso después de siglos de evangelización, no ha sido del todo extirpado. Más por el contrario, la resistencia indígena, por más de medio milenio, encuentra su motor y fuente en la actitud contemplativa y en la interrelación permanente con las divinidades presentes en la vida cotidiana.

Un principio elemental de la espiritualidad indígena maya es la consciencia de lo sagrado presente en el mundo. La tierra, los ríos, los bosques, los humanos, los animales, todos son sagrados porque en ellos habitan las divinidades. Por eso para cortar el monte, escarbar la tierra o ingresar a los ojos de agua, realizaban ofrendas rituales de permiso o de gratitud.

En la lógica indígena maya, así como la tierra no le pertenece al ser humano, sino que éste es el que pertenece a la tierra; así también no es el ser humano el que produce la tierra, sino que la tierra es la que produce sus frutos.

Por tanto, la tierra es el sujeto principal de la producción. Por eso existían y existen diferentes ritos espirituales para los diferentes momentos del calendario agrícola maya chortí.

Dialogando sobre las ofrendas rituales que ofrecían los chortís a la Madre Tierra, nos comenta un chortí lo siguiente: “Antes, para comenzar a sembrar, se enterraba una ofrenda a la Santa Tierra haciendo un hoyo en medio de la parcela. Esta ofrenda consistía en sopa de gallina, horchata, atol chuco, montucas u otras comidas. Entonces, todo era felicidad para ellos. La tierra da, pero también tiene derecho de recibir. Ahora, lo hacen todavía los mayores. Nuestra organización está reviviendo esas tradiciones.”

Detrás de este acto ritual agrícola está la consciencia viva del maya de que la Tierra es un ser vivo y con derechos, además de ser ella la que produce los alimentos. Además, está el principio ético de la reciprocidad, ya no sólo entre seres humanos, sino con los otros seres que cohabitan en el planeta. La Madre Tierra es un sujeto de derechos y de obligaciones (recibe ofrendas porque retribuye). Y en la medida en que la comunidad reconocía y respetaba a la Madre Tierra como un ser vivo con derechos y obligaciones, había felicidad en dicha comunidad indígena de agricultores.

Una vez sembrada la semilla en la tierra, el gran peligro siempre fue y es la ausencia de la lluvia. Antes, como en estos tiempos, el agricultor chortí casi siempre depende del agua de la lluvia para los cultivos. Para gestionar este peligro climático, la civilización maya también practicaba, y aún lo hacen los chortís, otro ritual para proveerse de lluvia.

Una de las autoridades del CONIMCHH, sobre el ritual de la lluvia que practicaban sus ancestros, nos dice lo siguiente: “En épocas de sequía, las personas mayores organizaban procesiones con imágenes de santos (San Antonio y Virgen María), adornadas con ramas secas, y caminaban en procesión hacia las vertientes. En las vertientes se revestían a las imágenes con ramas verdes, se rociaba con agua a los presentes y a las imágenes, y se volvía a la comunidad. (…). A nosotros, gracias a Dios, siempre nos resultaba. Terminada la procesión comenzaba a llover. Ahora, como organización estamos redescubriendo estas prácticas. Nuestros mayores se descuidaron.”

Este ritual expresa que para el indígena maya todo está en interrelación permanente con todo. Nada existe fuera de la interrelación. La ciencia moderna intentó negar esta dimensión fundamental de la interrelacionalidad de la realidad. Pero, lo cierto es que desde principios del siglo pasado el principio científico de la indeterminación de Heisenberg está demostrando que la realidad ocurre, en buena medida, impulsada por las predisposiciones de los sujetos que intervienen en ella. En este sentido, los actos rituales intervienen y condicionan la realidad de los hechos. A esto, en antropología religiosa se denomina el principio de “hacer hacer”. Es decir, hacer que mediante los rituales ocurra en la realidad las intenciones de la ritualidad.

El ritual de las ofrendas a la Madre Tierra, como el de las procesiones hacia las vertientes, tiene elementos cristianos, pero está basado en milenarias prácticas espirituales precristianas. Más allá de la efectividad o no, tienen una carga de ética ecológica individual y comunitaria que las sociedades vulnerables al cambio climático, como la nuestra, debería tomar muy en cuenta.

 El pueblo chortí y la sobrevivencia al cambio climático

La población hondureña sufre una ignorancia aún profunda sobre los conocimientos y las tecnologías ancestrales de los pueblos indígenas con los que comparte el territorio. Esta ignorancia, en buena medida, está relacionada con el desprecio permanente y evidente hacia lo indígena en Honduras, un país que quiso existir como mestizo, despreciando sus raíces nativas y añorando la blanquitud de la piel que no tiene.

Cuando uno pregunta al común de las personas medianamente informadas sobre las posibles causas del “colapso” de los mayas, cuyos vestigios se encuentran en el Parque Arqueológico, comúnmente conocido como “Ruinas Mayas de Copán”, la respuesta casi siempre es: “Posiblemente se extinguieron de hambre porque cortaron demasiado los bosques y la tierra ya no producía lo suficiente”. Esta es una de las hipótesis que se difundió por mucho tiempo sobre aquel supuesto colapso. Esta hipótesis es rotundamente negada por las prácticas agrícolas en proceso de reconstitución del pueblo maya chortí en las inmediaciones del Santuario Ancestral Maya Chortí de Copán.

La civilización maya no ha desaparecido por completo. Que sus sobrevivientes al colonialismo permanente hayan sido invisibilizados y estigmatizados, es diferente. Lo cierto es que el pueblo maya chortí, en el territorio hondureño existe como pueblo, con una identidad indígena en proceso de construcción.

Los conocimientos y las técnicas agrícolas ancestrales que aún recuerdan, y practican en buena medida, los mayas chortís es una evidencia de que la cultura maya fue una civilización altamente amigable con el entorno e integrada con la tierra. La docilidad al ciclo lunar, el manejo de los pisos ecológicos, el cultivo de la diversidad biológica, el aprovechamiento comunitario de los suelos, la ética laboral de la ayuda mutua, etc. muestran que las y los mayas estaban mejor preparados, que las sociedades actuales, para sobrevivir a la vulnerabilidad climática en Mesoamérica. De lo contrario, ¿cómo habrían podido subsistir como civilización por más de 4 mil años?

Si observamos con mayor detenimiento los elementos que subyacen en la espiritualidad del pueblo maya chortí, identificamos principios filosóficos altamente ecológicos como la interrelacionalidad (todo está relacionado con todo. La Tierra, los bosques, las lluvias, los ríos, las divinidades, las personas, todos se relacionan entre sí), la reciprocidad (se da y se recibe para garantizar el equilibrio social, ambiental y cósmico), la comunidad (todo existe en comunidad, nada fuera de ella. Todos los seres existentes en el universo conviven en comunidad), la sacralidad (todo los espacios y tiempos están habitados por las divinidades, por tanto, son sagrados. La Tierra es el mayor templo sagrado).

El ser humano no es ninguna finalidad única. Es una cofinalidad, juntamente con los otros seres. Lo que diferencia al ser humano (animal comunitario) del resto, es su responsabilidad mayor para cuidar (criar) el equilibrio de la vida en el planeta. De allí viene su actitud ritual y contemplativa del indígena maya para tender y restablecer los equilibrios cósmicos mediante los ritos.

En estos tiempos erráticos, en los que la civilización occidental del petróleo lanzó a la nave Tierra hacia la debacle climática, es urgente girar las miradas hacia otras fuentes de sabidurías con autoridad histórica. Sólo un auténtico diálogo de saberes intercivilizatorios nos ayudará a alargar un poco más la sobrevivencia de la vida en nuestra Madre Tierra que ha perdido su auto regulación climática producto del impacto de tres siglos de la modernidad irresponsable.

No necesitamos, ni podremos volver al pasado. Un buen primer paso sería que las sociedades actuales y los estados que estigmatizan a las y los herederos de las civilizaciones milenarias, estén dispuestos a escuchar, observar y aprender de pueblos como el maya chortí. La vocación por la vida, la ética de la crianza y del equilibrio, y la apertura al otro diferente, son lecciones proclamadas desde las empobrecidas comunidades chortís. Estos tiempos exigen transformaciones de las matrices civilizatorias de toda la humanidad. Y esto sólo podremos emprender con diálogos intercivilizatorios. 

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Ollantay Itzamná – Honduras

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