Para aplicaciones de monitorización y control en agricultura, las redes de sensores inalámbricos ofrecen una densidad de puntos de medida lo suficientemente alta como para medir parámetros del terreno, de la planta y del entorno según la variabilidad espacial del suelo, conociendo con exactitud qué ocurre en cada parcela, y tomar las decisiones adecuadas para optimizar el cultivo. El sistema está formado por pequeños nodos autónomos, que recogen datos y los transmiten utilizando otros nodos cercanos como repetidores de la señal.
Con este sistema se integran sensores de variables del terreno (temperatura, humedad, contenido de agua, etc.), de la planta (humedad y temperatura de las hojas, grosor del tronco, etc.) y factores climáticos (temperatura, humedad ambiental, radiación solar, viento, lluvia, etc.).
La red de sensores vuelca la información a un sistema experto, que analiza las medidas y genera alertas que avisan al responsable del cultivo por mail o por SMS. El usuario puede acceder a los datos desde cualquier conexión a Internet o desde un dispositivo móvil.
El responsable del cultivo dispondrá, de esta forma, de las herramientas para analizar las variables que influyen en el crecimiento de sus productos y tomar las decisiones adecuadas, e incluso anticipar la llegada de enfermedades del cultivo analizando los datos históricos y actuales de los parámetros ambientales para determinar cuándo se están dando las condiciones idóneas de propagación.
El conocimiento preciso y exacto de estas variables, en un número de puntos de medida adecuado, permitirá aplicar técnicas de
agricultura de
precisión y optimizar las técnicas de tratamiento de los cultivos, obteniendo beneficios de cuatro tipos:
- Optimiza el uso de recursos, permitiendo aplicar estrategias de fertirrigación (riego) específicas para cada tipo de suelo (gestión eficaz del riego) y la aplicación diferenciada de insumos agroquímicos y fitosanitarios.
- Mejora la calidad de la producción, al permitir la aplicación de técnicas de déficit (stress) hídrico y poder monitorizar con fiabilidad la exposición de las plantas a la radiación solar.
- Reduce la contaminación por fertilizantes. Se puede limitar la aplicación indiscriminada de fitosanitarios y pesticidas, con lo que se reduce el impacto medioambiental de las prácticas agrícolas.
- Mejora la prevención de enfermedades del cultivo, controlando de forma precisa los parámetros que inciden en la propagación de enfermedades, mediante modelos de predicción.
Fuente: Galtel