Los agricultores de todo el mundo labran sus tierras. La práctica de remover el suelo antes de sembrar es tan universal que el arado ha sido, desde hace siglos, símbolo de la agricultura, pero en los últimos 25 años, cada vez más agricultores lo están abandonado.
Por una razón simple. El arado moderno, o de vertedera, es una de las principales causas de degradación de los suelos, grave problema que afronta la agricultura hoy en día. El suelo donde los agricultores siembran sus cultivos, expuesto a los elementos por la acción del arado mecánico, literalmente se deslava o se lo lleva el viento.
Se calcula que en África subsahariana la pérdida anual media de elementos nutritivos en los suelos es de 24 kilogramos por hectárea, y está aumentando. En Asia Meridional el costo de las diferentes formas de degradación de las tierras, como la pérdida de estructura de los suelos que conduce a la erosión, la compactación y la formación de una corteza en la superficie, se calcula en $10 000 millones de dólares EE.UU. anuales.
Sin embargo, paradójicamente, a la vez que los suelos agrícolas se van agotando, el volumen de la producción debe seguir aumentando. La FAO calcula que los agricultores tendrán que producir 40 por ciento más de granos en el año 2020 para alimentar a la población mundial.
Uno de los remedios más eficaces contra la degradación de las tierras es la "labranza de conservación", una técnica revolucionaria de cultivo en la que no se aran los campos. "Este concepto procede directamente del reconocimiento de que la labranza mecánica está contribuyendo a la degradación de los suelos en proporción masiva, sobre todo en los países tropicales y subtropicales", dijo el ingeniero agrónomo superior de la FAO Theodor Friedrich.
A principios de los años 70, los agricultores de América del Norte y del Sur comenzaron a someter a prueba la labranza de conservación, y aun la agricultura sin labranza. Con la técnica de conservación, los agricultores dejan los restos de los cultivos en la tierra después de la cosecha, en vez de ararlos o quemarlos. Siembran nuevos cultivos con aperos especialmente diseñados, que introducen las semillas por un hueco abierto en el suelo, por debajo de la capa protectora de materia orgánica formada de residuos en descomposición.
Los agricultores que utilizan la técnica de conservación a menudo también siembran cultivos de "cubierta", para proteger los suelos. Estos cultivos proporcionan además otros beneficios a las especies cultivadas. Por ejemplo, las legumbres aportan elementos nutritivos a los suelos, mientras que las plantas con raíces fuertes y profundas aflojan los suelos compactos.
A 25 años de los primeros experimentos con estas técnicas, este nuevo método de cultivo hoy se denomina agricultura de conservación porque mantiene los elementos nutritivos en el suelo, conserva el agua al favorecer la absorción e infiltración, además de proteger la biodiversidad mediante el respeto del equilibrio natural del campo.
Con esta técnica, en vez de la labranza tradicional se produce otra "biológica", realizada por la fauna del suelo: gusanos e insectos. Para mantener poblaciones sanas de estas especies es necesario que la aplicación de sustancias agroquímicas se realice con particular cuidado y en cantidades mínimas.
El arado moderno se inventó y perfeccionó para combatir la maleza. A fines del siglo XVIII sirvió para defender a los cultivos europeos de la grama del norte (Agropyron repens), una hierba devastadora. Cuando los agricultores comienzan a aplicar las técnicas de conservación, a menudo es necesario controlar la maleza con herbicidas, que deben utilizarse con cuidado para proteger la vida del suelo. La experiencia ha demostrado que al paso de algunos años comienza a disminuir la necesidad de aplicar sustancias agroquímicas.
La lucha integral contra las plagas es fundamental en la agricultura de conservación porque contribuye a la formación de biota y favorece la agricultura biológica. Las técnicas de la lucha integral contra las plagas permite a los agricultores supervisar y combatir la presencia de plagas en los campos, sin alterar el equilibrio natural, y recurrir a plaguicidas sintéticos sólo en el momento y lugar absolutamente necesarios. En la agricultura de conservación la población de plagas también se mantiene bajo control mediante la rotación de cultivos.
A menudo se describe la agricultura de conservación como una técnica que beneficia a todos, en distintos aspectos.
Al inicio del milenio la agricultura de conservación se practica en unos 45 millones de hectáreas, sobre todo en América del Norte y del Sur. En particular en América del Sur, tanto los pequeños propietarios como los grandes agricultores están adoptando aceleradamente esta tecnología. En algunos estados del Brasil es una política oficial. En Centroamérica, Costa Rica tiene una Dirección de Agricultura de Conservación en su Ministerio de Agricultura.
Las cifras disponibles demuestran que la agricultura sin labranza &endash;-écnica básica de conservación- se utiliza en el 52 por ciento de las tierras agrícolas del Paraguay, en el 32 por ciento de las de Argentina y en el 21 por ciento de las de Brasil. Si bien en términos absolutos la superficie más extensa que no aplica la labranza está en los Estados Unidos, corresponde apenas a poco más del 16 por ciento de la superficie cultivada de ese país.
Los agricultores latinoamericanos que practican la conservación están muy organizados en asociaciones regionales, nacionales y locales y reciben apoyo de instituciones de América del Norte y del Sur, apoyo fundamental para permitirles adoptar una nueva tecnología que supone un cambio radical del planteamiento de su trabajo de toda la vida.
Fuera del continente Americano, la agricultura de conservación se ha adoptado más lentamente. Pero "tiene muchas posibilidades de adopción en África", afirmó Friedrich. Actualmente algunas grandes granjas de Sudáfrica y Zimbabwe están utilizando la agricultura de conservación y en Sudáfrica se han formado grupos de agricultores que no labran sus tierras, como los de América del Sur. En Camerún, Ghana, Kenya, Malawi, Namibia, Tanzania, Uganda, Zambia y Zimbabwe, entre otros países, están en marcha iniciativas para promover la agricultura de conservación entre los pequeños campesinos.
"Estos movimientos son los primeros pasos en la dirección correcta", afirma Friedrich. El índice excepcionalmente elevado de erosión de los suelos del África subsahariana podría reducirse, se podrían estabilizar los volúmenes de las cosechas y disminuir la necesidad de mano de obra para arar, con una amplia adopción de las técnicas de conservación.
"Otra amplia zona donde sería en extremo benéfica la adopción de la agricultura de conservación es Asia Central -explica Friedrich-. En los países que antes pertenecieron a la URSS es virtualmente imposible la agricultura convencional debido a problemas ambientales como la erosión y por la falta de maquinaria agrícola, que necesita reemplazarse. A menos que se adopte la agricultura de conservación, la inversión en nueva maquinaria tendrá que ser muy elevada".
Fuente: FAO
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