La granja de Keith Larrabee está compuesta por 1.600 hectáreas en Sacramento Valley, en California (EEUU), un valle encerrado entre una sierra costera al oeste y las altas cimas de Sierra Nevada al este. Es una zona que, tradicionalmente, recibe mucha más lluvia que la mayor parte de este Estado azotado por la sequía. Aún así, Larrabee siempre está preocupado por el coste y la disponibilidad del agua para sus plantaciones de nogales y nueces pacanas, y sus 1.200 hecáteras de arroz.
Hace dos años empezó a clavar sondas a dos metros de profundidad en sus huertos de nogales para medir la concentración de agua metro a metro.
Cuando Larrabee empezó a usar esos sensores, tenía que caminar hasta los campos para tomar las medidas de cada uno, un proceso tan laborioso que a veces sólo lo hacía una vez por semana. Pero ahora las lecturas de los 25 sensores se suministran cada 15 minutos a una red de estaciones de recogida de información movidas por energía solar y repartidas por las plantaciones. Una de las estaciones transmite esa información a una base de datos general a través de una señal móvil. Larrabee usa su smartphone o su tableta para ver esos datos, que están disponibles casi instantáneamente.
A través de una plataforma de software llamada PTC ThingWorx, ve una de dos medidas posibles para cada sensor, cada una con su color correspondiente. El azul denota demasiada agua en una punto determinado y el rojo agua insuficiente. Combinada con los datos de estaciones meteorológicas en toda la finca, esta información ayuda a Larrabee a decidir cuándo regar, dónde hacerlo y cuánta agua usar. Ya sea para maximizar el crecimiento o evitar las heladas. "Todo lo que hacemos, cada vez que enciendo una bomba, todo cuesta dinero", afirma. "Si puedo gestionar mi riego para que sea exactamente lo que necesito, no corro el riesgo de pasarme. Estoy gestionando la salud de mis cultivos". Equivale a que esa plantación tenga una vida más larga y a conseguir mejores cosechas con productos de mayor calidad.
Y también: más ingresos y beneficios.
Este martes, la Red de Negocios Agrícolas, una empresa de San Francisco (EEUU) que vende consejos a los granjeros basados en datos de su granja e información pública como los patrones del clima, se convirtió en la última start-up en este campo en llamar la atención al cerrar una ronda de financiación de capital riesgo en la que participó Google Ventures. Pero la tendencia lleva sintiéndose desde hace varios años. Empresas como Monsanto, el fabricante de tractores Deere y gigantes de la tecnología como IBM e Intel están entre aquellas que ya compiten con un grupo cada vez mayor de start-ups de Silicon Valley, todos ellos a la espera de que proliferen más Keith Larrabees, granjeros que vean los datos como una parte integral del proceso agrícola, algo que tiene
Una encuesta llevada a cabo el año pasado por la Federación De Oficinas Agrícolas de Estados Unidos, un sindicato de granjeros, halló que el 39% de los encuestados en los grandes estados de cultivo de maíz y trigo estaban usando tecnologías de sensores en sus granjas. "La agricultura está pasando de ser un acto de toma de decisiones intuitivas a ser un proceso de toma de decisiones analíticas", afirma el director ejecutivo de Climate Corporation, David Friedberg, cuya firma fue adquirida por Monsanto por 930 millones de dólares (unos 818 millones de euros) en 2013.
En Estados Unidos este cambio ha sido posible gracias a la proliferación de redes inalámbricas en las zonas agrícolas y la popularidad de los smartphones capaces de enviar información a los granjeros en los campos. Los principales fabricantes de tractores llevan una década incluyendo cientos de sensores baratos en los equipos agrícolas, lo que permite recoger datos como la topografía de cada campo y la localización y profundidad de cada semilla que se ha sembrado.
Los drones y pequeños satélites prometen contribuir a esta generación de datos aumentando las posibilidades de capturar imágenes frecuentes de alta calidad de pequeñas secciones de un campo a un coste mucho menor que la fotografía tradicional desde un avión pilotado.
Este tipo de información puede ser especialmente útil en combinación con las grandes series de datos que las agencias del gobierno han puesto a disposición del público -en su mayoría de forma gratuita- en los últimos años. Entre estos datos se cuentan encuestas históricas sobre la composición del suelo, datos climatológicos e imágenes por satélite.
Como hay tantos sensores y cada punto de datos de un sensor agrícola va sellado con la hora y lugar, el volumen de información que se está generando es enorme, lo que supone un desafío técnico para quienes quieren analizar estos datos. La cantidad de datos que produce una granja grande puede contabilizarse en cientos de terabytes, según IBM. Crear la infraestructura para manejar todos esos datos será complicado, según el director de la Unidad de Análisis de Grandes Datos de Intel, Vin Sharma.
Si las empresas son capaces de crear servicios que conviertan esta abundancia de datos en consejos para ahorrar dinero, el efecto podría ser determinante para los agricultores que operan con muy poco margen. En Estados Unidos los granjeros de la zona del maíz que trabajan tierras alquiladas consiguieron un beneficio neto de unos 20 dólares por acre el año pasado (unos 17 euros). Combinando información como las previsiones meteorológicas localizadas con detalles sobre la topografía, una empresa como Climate Corporation aconseja a los granjeros cuánto fertilizante (un producto caro) echar en un campo y cuándo hacerlo.
¿Pero cuán buenos son los consejos que están surgiendo de las numerosas empresas que compiten por ser el asesor de datos de los agricultores? Los encuestados de la Federación de Oficinas Agrícolas de Estados Unidos informaron de que las tecnologías que están usando han reducido sus costes de input, una categoría en la que se incluyen los fertilizantes y las semillas, en un 15% de media y aumentado el rendimiento de sus cosechas en un 13%.
Aún así, muchos granjeros se muestran escépticos. "No creo que a los granjeros les emocionen estas recomendaciones basadas en datos hasta que no vean los resultados", afirma el economista agrícola de la Universidad de Kentucky Carl Dillon.
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