Resumen:
Cada explotación agrícola posee unas características agronómicas específicas que condicionan su productividad y rentabilidad. Si a esto le sumamos el cambio climático y sus efectos directos sobre agricultura, la escasez de agua, el encarecimiento de los insumos, la protección del medio ambiente, la demandada seguridad alimentaria y la exigencia del consumidor, la actividad agrícola se convierte en una empresa de alto riesgo.
1. Determinar los puntos fuertes y débiles de la finca
Dependiendo de numerosas variables como la ubicación geografía, orografía, variedad de planta, sistema de cultivo, la categoría de cultivo, tipo de suelo, calidad del agua destinada el riego y su manejo…, cada olivar posee unas fortalezas y debilidades intrínsecas que resultan fundamentales conocer y tratar correctamente.
Valorar el estado general de la explotación, determinar su capacidad productiva, analizar su situación actual y el estado deseado, es esencial para saber cómo y por qué actuar. Para ello resulta crucial realizar análisis agroquímicos periódicos. En base a sus resultados e interpretación es posible detectar los puntos fuertes y débiles, y su origen, con el objetivo de diseñar tratamientos específicos adaptados a cada situación y momento.
*Habitualmente nos encontramos con fincas que se caracterizan por tener un suelo con elevado pH, esto origina problemas de carencia crónicos de Zinc, Hierro y Manganeso que limitan la producción. Mediante análisis foliares detectamos dichas carencias (principalmente de Zinc y Manganeso) como punto débil prioritario a tratar y recomendamos aplicar de forma continua correctores foliares de estos elementos, para corregir la deficiencias y contrarrestar sus efectos.
2. Controlar plagas y enfermedades
En base a nuestra experiencia, clasificamos las plagas y enfermedades en dos categorías:
A) Endémicas y recurrentes: aquellas que en determinadas zonas y de manera periódica, normalmente cada año, atacan al cultivo. En estos casos debemos estar muy atentos a la evolución de la población para conseguir la máxima efectividad de los tratamientos biológicos o fitosanitarios.
*La Mosca del olivo (Bactrocera oleae) en zonas de sierra, Barrenillo del olivo (Phloeotribus scarabaeoides Bern) cerca de núcleos urbanos o el Repilo del olivo (Spilocaea oleagina) en zonas de vaguada.
B) Puntuales: aquellas que de manera puntual afectan al cultivo, el riesgo de ataque suele producirse cada 8-10 años. No es necesario aplicar trataremos fitosanitarios a menos que haya indicios claros de plaga que puedan perjudicar al cultivo.
*Se han observado casos puntuales de ataques de la Mosca del olivo en zonas de campiña, o de Polilla del Olivo (Prays oleae) y de Repilo plomizo (Pseudocercospora cladosporioides) especialmente dañinos para la variedad picual.
Por tanto, al asesorar sobre el tratamiento más adecuado y cómo actuar, lo primero es realizar un diagnóstico fitopatológico para determinar el tipo de agente patógeno y si la plaga o enfermedad que está afectando al cultivo es endémica o es puntual.
Una vez identificado el tipo de plaga o enfermedad y su categoría, recomendamos aplicar tratamientos fitosanitarios sólo en caso de que hayan sido identificadas como endémicas. Con esta estrategia se reduce sustancialmente la aplicación de tratamientos fitosanitarios, principalmente insecticidas. Al introducir métodos biológicos y químicos de control, y otras técnicas que se utilizan solamente cuando sea estrictamente necesario y siempre con una justificación técnica, lograremos disminuir el riesgo de residuos tóxicos, proteger el medio ambiente y aumentar la seguridad alimentaria del producto final sin afectar la productividad agrícola.
3. Caracterizar el tipo de suelo
Es esencial conocer la tipología de suelo de cada explotación, y sus características agronómicas y nutricionales para poder determinar, en primer lugar, cuales son los puntos fuertes y débiles desde el punto de vista edafológico. Y, en segundo lugar, diseñar planes de fertilización y fertirrigación adaptada a cada finca, con el objetivo de maximizar la producción con el mínimo uso de fertilizantes y el menor impacto ambiental.
La caracterización agronómica se realiza mediante análisis de suelo que proporciona información sobre la textura, su nivel de fertilidad, la capacidad absorción de los nutrientes y cómo condicionan el equilibrio nutricional del olivo.
*Si mediante la analítica se identifica como punto débil una elevada concentración de Calcio en el suelo, lo más probable es la finca tenga graves problemas de absorción de Magnesio y Boro. Para neutralizar sus efectos negativos sobre el cultivo, la elección de fertilizantes resulta fundamental. En este escenario, recomendamos el uso de fertilizantes de suelo o fertirriego de elevada concentración de estos dos elementos.
4. Identificar la idoneidad del agua de riego
La gran revolución productiva del olivar se debió a la puesta en marcha del regadío en miles de hectáreas (más de 495 mil ha en Andalucía), lo que hizo disparar la productividad y rentabilidad del cultivo. Tras más de 20 años la productividad del olivar no sólo no se ha incrementado sino que en muchas explotaciones ha disminuido considerablemente.
Tres son los motivos principales que explican esta situación y que están directamente relacionados con la calidad del agua destinada al riego y sus efectos sobre el cultivo a medio y largo plazo:
Contaminación química del bulbo húmedo: la pérdida de elementos nutritivos como Fósforo, Magnesio, materia orgánica…, el bloqueo de microelementos como Zinc, Hierro, Manganeso…, el aumento de la salinidad del bulbo, la acumulación de elementos fitotóxicos como cloruros o sodio y la alteración de relaciones entre elementos como el Calcio/Magnesio han mermado considerablemente las altas producciones que se obtenían en los primeros años de la puesta en marcha del riego.
Contaminación física del bulbo húmedo: este tipo de contaminación se refiere al efecto físico que se produce cuando el suelo se sodifica, limitando la infiltración del agua y originando fenómenos de anoxia lo que provoca, en último término, la improductividad total de la explotación.
Contaminación biológica del bulbo húmedo: causado por el uso continuado del riego, el ecosistema edáfico evoluciona hacia un ambiente en el que se favorece la entrada y establecimiento de microorganismos fitopatógenos como Pytium, Fitóftora y Verticilosis que causan graves enfermedades que afectan enormemente al cultivo y originan cuantiosas pérdidas económicas.
Por tanto hay que tener en cuenta que no todas las aguas son aptas para el riego y que la mayoría suponen un grave riesgo para las explotaciones.
Por estos motivos, recomendamos la realización de análisis de agua de riego y definir cuáles son sus puntos fuertes y débiles para actuar a tiempo y corregirla, atenuando sus consecuencias negativas sobre la finca a corto y medio plazo.
*En el caso de suelos con poca caliza total, si se riega con agua de baja conductividad y una elevada concentración de bicarbonatos, al cabo de cierto tiempo (en función de la intensidad del riego) el suelo se sodificará, es decir, la acumulación de Sodio generará un aumento del pH por encima de 9 afectando a la dinámica de la mayoría de los nutrientes y, al mismo tiempo, el suelo se volverá impermeable originando procesos de hipóxia que volverá al olivar totalmente improductivo.
5. Equilibrio nutricional
Para asegurar el equilibrio nutricional del olivo a lo largo de todo el año es necesario:
Conocer su estado nutricional.
Identificar los excesos o deficiencias nutricionales.
Controlar los nutrientes que actúan como factores limitantes en el desarrollo vegetativo.
Evaluar la respuesta a la aplicación de fertilizantes.
Anticiparse a las anomalías nutricionales que pueden afectar a la producción.
Para ello aconsejamos realizar un análisis foliar (al menos una vez al año) para obtener información sobre el estado del cultivo y establecer un plan de fertilización efectivo.
Para regular y contrarrestar los efectos de la vecería es recomendable diseñar una estrategia de fertilización (suelo y foliar) coherente que mantendrá al olivo bien nutrido, incluso en años de gran cosecha. La poda controlada, en función del estado fenológico y de las previsiones de producción, es otra de las técnicas a tener en cuenta para disminuir la vecería. En los años en los que se prevea una producción excesiva, con la poda es posible reducir el número de yemas de flor, por el contrario, cuando la estimación sea baja se debe podar con muy poca intensidad o, directamente, no podar.
La cosecha temprana o adelantar la recogida de la aceituna también minimiza los efectos de la vecería, al evitar el desgaste del árbol y aumentar las reservas de nutrientes en hoja.
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